El Imparcial / Columnas / Columna Tijuana

The sandman

Treinta y cuatro años hace, en noviembre de 1988, se publicó el primer número de The Sandman por DC Comics, escrito por Neil Gaiman con arte de Sam Keith y Mike Dringenberg, con evocadoras portadas por Dave McKean.

Treinta y cuatro años hace, en noviembre de 1988, se publicó el primer número de The Sandman por DC Comics, escrito por Neil Gaiman con arte de Sam Keith y Mike Dringenberg, con evocadoras portadas por Dave McKean. Ese primer tomo narraba como Morfeo (el titular Arenero), el amo de los sueños, fue encarcelado durante setenta años por un ambicioso ocultista, quien buscaba atrapar a Muerte (hermana de Morfeo), para hacerse inmortal.

Por su parte, Gaiman libró una batalla de tres décadas para detener a toda costa las malas adaptaciones de su obra, en cine o televisión. Afortunadamente, el autor salió airoso, y finalmente es él mismo quien ha traído a Morfeo y sus hermanos los Eternos a la pantalla de la mano de Netflix.

Mientras que el comic original inició como una serie de terror, con historias tanto espeluznantes como gráficas, la adaptación de Netflix, obviamente en busca de la mayor audiencia posible, reduce un poco las situaciones más extremas, diluyendo así, algo del impacto original de las historias.

Sin embargo, con Gaiman actuando como productor en la serie (y coescritor en el primer episodio) los cambios son mayormente justificados. Es evidente que muchas de las diferencias en la adaptación surgen desde el punto de vista de un Neil Gaiman sexagenario, que con el enfoque distinto que sólo brindan los años, se permite mejorar (incluso perfeccionar) su creación. Esto es sobretodo visible en uno de los mejores episodios de la serie, 24/7. Desde la historia original (publicada en The Sandman #6 como 24 hours) ya existía una sensación (homenaje) a El Ángel Exterminador. Un grupo de personas reunido en un sitio, por una extraña e inexplicable razón (sobrenatural) no pueden salir, hasta que la convivencia y el encierro los hace descender (obedeciendo a su verdadero yo) hacia conductas insospechadas, cometiendo actos atroces.

Aquí Gaiman y compañía prácticamente trasladan toda la brutalidad del comic a la pantalla, únicamente concediéndole al villano, John Dee (el magnífico David Thewlis), una personalidad mucho más desarrollada y redonda, alejándolo su maniqueísmo original y brindándole una minúscula posibilidad de redención.

Ese episodio y El sonido de sus alas, donde pasamos un día con Muerte mientras recolecta a quienes les ha llegado su hora, son los mejores de la temporada. En general, el primer arco narrativo (Preludios y nocturnos, en el comic), compuesto por los primeros seis episodios, es una de las mejores adaptaciones de comic a la pantalla. Desafortunadamente, el segundo arco (La casa de muñecas), no corre con la misma suerte.

Por principio pesa un poco más la política de Netflix, que algunos llaman inclusión forzada, cuando los cambios son ilógicos para la trama (Rose Walker y familia). Pero eso es peccata minuta, el verdadero problema con los últimos cuatro episodios es que parecen ser una serie completamente distinta, algo salido de Nickelodeon o la CW. Las actuaciones y la dirección están muy por debajo del standard establecido inicialmente, y el tono, que debía ser aterrador, resulta infantil, incluso en un episodio que trata sobre una convención de asesinos seriales y pederastas.

En cuanto al aspecto de la inclusión, muchos de los personajes originales han sido cambiados de raza (Muerte) o de género (Constantine) o ambos (Lucien), y aunque en algunos casos funciona a la perfección (Muerte y Constantine) en otros sí se siente forzado e incongruente.

Mientras que tiene todo el sentido que Muerte sea negra (los primeros seres humanos fueron negros) y la interpretación de Kirby Howell-Baptiste es formidable, en otros casos los cambios resultan innecesarios e inverosímiles dentro de la trama (Rose Walker).

The Sandman es un gran logro en un mercado saturado de superhéroes chafas, adaptando a uno de los comics con más galardones literarios en la historia del medio. La mano de Neil Gaiman es palpable, imprimiendo su alma en su creación y emanando esperanza en estos, tan sombríos, tiempos.

En esta nota