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Gobiernos de baja intensidad en BC

Ha sido tan rápido el ascenso político de Marina del Pilar que no ha tenido tiempo de construir una trayectoria en el ámbito de la política.

Ha sido tan rápido el ascenso político de Marina del Pilar que no ha tenido tiempo de construir una trayectoria en el ámbito de la política. Ella ha surgido como parte de un oleaje electoral generado alrededor de Morena y de López Obrador, pero no por un trabajo consistente como funcionaria pública.

Esto puede apreciarse en su ascenso al cargo de gobernadora en Baja California, que ha pasado como un suceso casi imperceptible. Por lo mismo: unos días fue diputada federal, luego una parte del periodo alcaldesa de Mexicali y, de ahí saltó al poder del ejecutivo estatal. Todo ha sido tan rápido que no tiene hasta ahora una imagen bien definida.

Además de este dato, hay otros factores que permiten explicar el “bajo perfil” que tienen los gobiernos de Morena en la entidad, sus alcaldes y alcaldesas, diputados y regidores, no se diga sus funcionarios, de tal modo que bien puede hablarse de que son gobiernos de “baja intensidad”.

Mi explicación es la siguiente. Pasado el vendaval de Bonilla, cuyo estilo autoritario y populista violentó las relaciones con casi todos los sectores de la sociedad, Marina intenta construir un proceso de reconciliación y establecer buenas relaciones con todos, o con casi todos.

Sin embargo, el cambio de Bonilla a Marina ha sido tan radical que los gobiernos de Morena no se ven, no se sabe qué están haciendo, cuáles son sus prioridades, qué se proponen lograr (más allá de algunas generalidades), etcétera.

La razón de esta imagen, desde mi punto de vista, es que los gobiernos de Morena son “gobiernos administrativos”, es decir, que la mayoría de ellos se concentran sólo y casi exclusivamente en las tareas administrativas del aparato de gobierno y sus múltiples dependencias, que son bastantes por cierto.

Con algunas rarísimas excepciones, los gobiernos de Morena no actúan o no atienden los aspectos políticos relacionados con el quehacer gubernamental, ya sea porque la mayoría de sus funcionarios no tienen experiencia, o bien porque en realidad casi no hay liderazgos políticos en los ayuntamiento o en el gobierno estatal.

Pero también por los siguientes factores, que quizás sean más importantes que los mencionados. Primero porque, a diferencia del pasado, no hay “opositores” políticos, no hay una prensa crítica, y no hay movimientos sociales que estén haciendo reclamos al gobierno, lo que achica o apaga la imagen de la gobernadora y los alcaldes y alcaldesas.

Segundo, porque, también a diferencia del pasado, los gobiernos de Morena no tienen como interlocutor principal a los empresarios y sus organismos, como en tiempos del PAN, con los que se reunía en lujosos salones de hoteles y acordaban o anunciaban relumbrantes proyectos en medio del aplauso de la prensa y los medios.

Ahora los gobiernos de Morena atienden o se acercan a los sectores más desprotegidos, en la línea (supuestamente) trazada por López Obrador. Sin embargo, este cambio se da en la penumbra pues, hasta ahora, no se sabe con certeza en qué consisten esos programas, más allá de dar despensas o dinero a algunos sectores.

Los gobiernos “bajan” los programas sociales al pueblo en una acción instrumental, pero quien realmente se encarga de la relación política con esos sectores son los llamados “servidores de la nación”, que dependen a su vez de la presidencia, en una acción centralizada y vertical.

Pero quizás el factor más determinante en el bajo perfil que tienen la gobernadora y los alcaldes y alcaldesas, es que todos deben ceñirse a un líder nacional, a un presidente que define el rumbo de los gobiernos, o a la narrativa de la 4T, a la cual deben dar cuentas y responder por sus acciones.

Esto que aparentemente es positivo, porque impone una sola línea a todos los gobiernos de Morena, derivado de un gobierno centralizado como el de AMLO, es también una acción que tiende a diluir o a inhibir los liderazgos locales, cuyos proyectos o iniciativas propias pierden viabilidad.

Bonilla intentó salirse del huacal impuesto por López Obrador con varias iniciativas aparentemente audaces, pero lo pararon en seco desde el centro. Lo dejaron despotricar y arremeter contra algunos liderazgos, pero al final lo sometieron, por una razón muy simple: porque no puede haber más liderazgo que el de López Obrador.

La línea está muy clara: por lo menos hasta 2024 no puede haber más liderazgo que el del presidente. Los gobernadores y alcaldes deben someterse a ella, no obstante que eso desdibuje y reduzca su imagen o su papel político.

*El autor es analista político

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