El Imparcial / Columnas / Columna Tijuana

Puñaladas por la espalda

Nicolas Sarkozy, dijo: “En política, el cinismo es un instrumento cotidiano que adquiere su plena eficacia si puede apoyarse en dos patas: el odio y la violencia”.

Nicolas Sarkozy, dijo: “En política, el cinismo es un instrumento cotidiano que adquiere su plena eficacia si puede apoyarse en dos patas: el odio y la violencia”.

Explicar la actual decadencia moral, ética y de civilidad, me ha llevado años; y mucho tiempo más dedicado, los últimos tres años, en que no solo se han manifestado más los opositores al gobierno (cualquiera que sea este), sino que, de plano, alguien muy rencoroso y perverso, ha soltado los demonios, logrando un ambiente hostil en la cohesión social de todo nuestro país. El espectáculo de políticos despellejándose en público, es verdaderamente lamentable.

Hablar de todo ello, exige escribir sobre odios y rencores políticos, para abordar una reflexión de a dónde nos ha llevado la rivalidad y el rencor político, naciendo una fuerte competencia y un permanente conflicto de intereses, provocando luchas visibles y subterráneas entre todos los partidos políticos, que también luchan por haber quien logra que los ciudadanos logremos odiar más a sus competidores. Cada cual pelea con todo tipo de estrategias, con maquinarias engrasadas o medio engrasadas, según su posición, y con demasiados intereses creados y relaciones de poder. No les importa a los rencorosos de cualquier partido, participar de luchas fratricidas, con facciones encabezadas muchas veces por los más beligerantes, con una mentalidad revanchista y vengativa que nos llevan a perder a todos, los valores de la unidad y la solidaridad. A muchos se les olvida que la tarea no es cambiar de pastor, sino dejar de ser borregos siempre.

Los lazos sociales entre individuos, grupos y clases se fracturan por el miedo colectivo a las amenazas reales y virtuales que nos aquejan. Ira, intolerancia, rencor, envidia, tristeza, melancolía y odio, son los estados emocionales que nos dominan hoy en día. La crisis contemporánea agudiza los enfrentamientos políticos, sociales, culturales, étnicos, religiosos e ideológicos. Si bien el nivel de su conflictividad depende de los objetivos que se persiguen y de la percepción subjetiva de los mismos, en todos se manifiesta la ira, el enojo, el rencor, la violencia y, en los casos más extremos, el odio. Son “actos sintomáticos” puestos en escena a través de todos los excesos, comenzando con la violencia sistémica facilitada por la corrupción de los poderes económicos, políticos y jurídicos.

Las intrigas, las frases envenenadas y las puñaladas por la espalda son, desde tiempos inmemoriales, indisociables de la lucha por el poder. No todo es confrontación de ideas en la política, ni todo son estrategias electorales, ni minucioso trabajo legislativo. Porque este es un negocio como cualquier otro, muchas veces manejado por personas con sentimientos bajos, envidia, rencor, racismo, clasismo, etcétera.

No siempre ganan los buenos: jugar sucio puede ayudar a conquistar el trono. Pero el canibalismo usado por muchos, acelera el desencanto de la sociedad. El odio es el combustible que propulsa hacia el poder, pero también una gasolina que prende fácilmente y destruye.

“La política es, en general, una batalla de egos entre personas maleducadas”.

* El autor es asesor administrativo, presidente de Tijuana Opina y coordinador de Tijuana en Movimiento.

En esta nota