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El fracaso de los gobiernos

Si le dijera a un peón durante el Medievo que la iglesia dejaría de ser la organización humana más poderosa, lo tildaría de loco

Si le dijera a un peón durante el Medievo que la iglesia dejaría de ser la organización humana más poderosa, lo tildaría de loco; todo a su alrededor era tocado por la religión: creencias, diezmos, lealtades, identidad. Hoy la iglesia puede tener influencia social, pero en lo político perdió todo su capital frente a los gobiernos soberanos. Ahora, si a usted (ciudadano y contribuyente fiscal) le dijera que existe la posibilidad de tener países sin gobiernos, usted me tildaría de loco; no obstante, es algo que podría suceder en este siglo.

El fin material de un gobierno es la provisión de bienes y servicios públicos a sus ciudadanos. Pagamos impuestos esperando tener calles pavimentadas, seguridad pública, educación, salud y mucho más. En la práctica, una mayoría de los gobiernos hace una labor sumamente deficiente, lo que resulta en ciudadanos frustrados y desconfiados de sus instituciones públicas.

En una época histórica como el Medievo, el ciudadano no tenía otra opción más que soportar la terrible actuación de sus gobiernos. No tenía mecanismos para expresar su hastío, era totalmente ignorante de lo que ocurría a su alrededor y su único punto de comparación eran los vecinos de su feudo. Actualmente, tenemos mecanismos para efectuar cambios (tecnología disruptiva), acceso a información universal inmediata (internet) y podemos comparar nuestra vidas con la de cualquier persona del planeta (redes sociales).

Muchas razones explican los malos resultados de los gobiernos en distintas áreas, como incompetencia, intereses y corrupción. Sin embargo, el factor central que puede explicar sus fracasos es la caída en el anacronismo de su modelo organizacional. Cualquiera puede reconocer que una empresa transnacional es una organización mejor manejada que un gobierno. Vaya a las oficinas de Google o Amazon, luego a las del gobierno

de Baja California, usted determine quien vive en el siglo XXI.

Los gobiernos llegan a este punto siendo organizaciones obesas y costosas. Su rechazo a la innovación y falta de incentivos ha tenido como resultado la fuga de talentos hacia el sector privado. Mientras los gobiernos permanecen inmóviles frente a problemas que no pueden resolver, van surgiendo nuevas tecnologías descentralizadas que ofrecen soluciones.

Utilicé los vocablos ‘tecnologías’ ‘descentralizadas’ porque esa es la descripción de inventos y mecanismos que ofrecen soluciones innovadoras a problemas reales SIN depender de instituciones centralizadas, como lo son los gobiernos.

La tecnología descentralizada ha comenzado a ocuparse de tareas que deberían corresponder al gobierno. El caso más notable es el del sistema financiero/bancario frente a las finanzas descentralizadas, blockchains y monedas digitales. Lo financiero/bancario históricamente corresponde a los gobiernos, pero han sido totalmente abusivos y negligentes (inflación, deuda impagable, devaluaciones, impresión de dinero). En su total soberbia pensaron que nunca iba a surgir un mejor sistema que el suyo; al final de cuentas, las monedas son acuñadas por los gobiernos.

Una institución centralizada controlada por un puñado de individuos es susceptible a malos manejos, opacidad, incompetencia y corrupción. En cambio, las finanzas descentralizadas, blockchain y monedas digitales al depender de entes DESCENTRALIZADOS no están sujetos al capricho de algunos, sino que forman parte de un sistema transparente alimentado permanentemente de información real.

Si estas tecnologías continúan creciendo, los gobiernos dejarán de tener dinero y recursos para actuar. Por esto existe la posibilidad de tener quizá no países sin gobiernos, pero sí países con gobiernos pequeños.

* El autor es abogado y maestro en administración y políticas públicas.

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