China y México: Estrategias disímbolas; la diferencia entre éxito y fracaso
Es natural que todo gobierno tome decisiones en función y apego al proyecto ideológico que lo define, pero en ocasiones se tiene que hacer ajustes que implican alejarse un tanto de su propósito.
Es natural que todo gobierno tome decisiones en función y apego al proyecto ideológico que lo define, pero en ocasiones se tiene que hacer ajustes que implican alejarse un tanto de su propósito.
Es decir, permitir el uso de medidas pragmáticas siempre y cuando estas garanticen el objetivo fundamental de su programa de gobierno, de lo contrario por muy buenas que sean las intenciones, el objetivo se plantea mucho más difícil o en ocasiones imposibles de alcanzar. Una dosis de pragmatismo más que obstaculizar, ayuda.
Lo anterior viene a colación en dos temas de vital importancia en dos ámbitos distintos pero que deja una enseñanza en función de lo inicialmente planteado, El caso de China y su inminente aspiración para consolidarse como un polo geopolítico y económico de orden mundial y la perspectiva de buscar consolidar a la industria petrolera mexicana como el pilar que detone el desarrollo económico del país y por ende los índices de bienestar de la población.
En el Caso de China, cuyo régimen político implica una relación de sus medios de producción de corte socialista, entendió y comprendió desde finales de la década de los 60’s que la única forma de consolidar su objetivo era buscar un acercamiento con occidente a efecto de atraer lo que este último le sobraba, recursos financieros y tecnología a cambio de facilidades para la inversión y mano de obra barata, pero sin abandonar sus postulados ideológicos en su estructura de gobierno interno, en otras palabras, por imposible que en su momento se hubiera pensado, pragmatizó sus decisiones en función de un objetivo que hoy día, la coloca en una superpotencia que compite en términos económicos y tecnológicos con los países desarrollados.
En el caso de Pemex, históricamente matizada con una gran carga ideológica, fuente de riqueza que dio viabilidad a la finanza públicas desde mediados de los 70’s, llegando a significar un poco más de 1/3 de las mismas, permitió indirectamente financiar el desarrollo económico del país, no obstante, el abuso de tal situación, al tiempo, le llevó a convertirse en una empresa que requería cirugía mayor para garantizar su viabilidad. La Reforma energética impulsada durante la gestión de Enrique Peña Nieto, tenía como objetivo aliviar la carga financiera de la empresa a través de permitir la inversión privada, buscando la inyección de recursos frescos que le permitiera financiar a gran escala proyectos de exploración y producción y con ello compartir el riesgo financiero que dicha actividad implica. En otras palabras, se pragmatizó la solución.
Con la llegada del régimen actual, se retoma el tema inyectándole fuerte dosis de visión política y se plantea como objetivo, en aras de una soberanía energética, relanzar el proyecto Pemex como la actividad que fungirá como soporte y generadora de recursos para financiar el desarrollo social del País. Como primer paso, se revocó la reforma energética y predispuso financiar el desarrollo de Pemex con recursos derivados de las Finanzas Públicas. Para infortunio del proyecto, el panorama internacional del mercado energético cambio de forma repentina derivado de la pandemia que nos azota y los desacuerdos entre Rusia y los países miembros de la OPEP, los precios internacionales del petróleo se desploman a niveles impensables y particularmente los de la mezcla mexicana que, a mediados de Abril llegaron a cotizarse en números negativos.
Un mal momento para Pemex y su viabilidad financiera considerando la carga de su deuda, que le ha llevado a tener que reconocer ante autoridades financieras internacionales, su débil posición financiera y posible quiebra técnica.
Ante este panorama, retomando lo expuesto inicialmente, el camino a seguir es lo que China en su momento puso en práctica, diseñar una estrategia libre de dogmas y cargas ideológicas para buscar rescatar lo rescatable de PEMEX, apoyándose en la inversión privada para ello y evitándose así, serios dolores de cabeza por cuanto a la viabilidad de las finanzas públicas del País.
México no puede retroceder en el proceso de integración al sistema mundial de energías limpias y no podemos por cuestiones de dogmas aferrarnos a seguir dependiendo de combustibles fósiles o generar energía eléctrica mediante combustóleo. México debe contribuir al esfuerzo junto con los demás países del mundo a mejorar el medio ambiente. Esa sería una acción responsable y formativa para las generaciones futuras.
Es necesario reorientar los recursos fiscales que hoy se invierten en PEMEX para invertirlos en educación, Salud y programas que estimulen el crecimiento y desarrollo del país y de esa manera combatir la pobreza y la desigualdad, que deberán ser los fines últimos de cualquier gobierno que tenga orientación social.
*- El autor es economista de profesión, fue presidente del Colegio Estatal de Economistas y vicepresidente del Colegio Nacional de Economistas
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