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Radiactiva*

Ahora que harto me siento de ver a políticos cuadrados, encorbatados y fingiendo sonrisas macabras para posar en espectaculares, me pregunto: ¿Votaríamos por un candidato que se mostrara tan real como en la vida cotidiana somos todos los ciudadanos? Hagamos un ejercicio… Imaginemos a un tipo que aparezca en campaña, con una playera de superhéroes, tenis tipo Converse y barba desalineada. Uno que no tuviera miedo de ser fotografiado con un cigarro o una fría cahuama. Que se atreviera a mentar madres en público y cuando la ocasión lo merece, tal como todos lo hacemos en la vida diaria. Y sobre todo que nos dijera la verdad de lo que puede hacer y fuera brutalmente sincero para confesar aquellos temas en los que ni siquiera se va a meter, porque sabe que no serían de su competencia. Entonces, ¿votaríamos por él? Pensemos un momento y respondamos después... Mi teoría y muy personal conclusión es que no. Y creo que no lo haríamos por una sencilla razón: ¡A los mexicanos, nos encanta que nos mientan! Decimos estar hartos de las ratas de cuello blanco, pero si un aspirante no se comporta, no habla, ni viste como ellos, inmediatamente lo tachamos como inmerecedor de un cargo público. Simplemente porque no sabe actuar como aquellos que tan magistralmente nos han sabido robar. Seamos tajantemente sinceros, la verdad es que no queremos un cambio en la política ni sus representantes. Lo que deseamos es estabilidad, aunque sea en el caos, la rapiña e inseguridad. Eso es lo que nos ofrecen los políticos de cepa: Un discurso cuadrado, aburrido, falso y fotocopiado de sus sucesores; una promesa de cambio imposible de lograr y una sonrisa falsa para la boleta electoral. Nuestra generación aún no ha entendido que los políticos de carrera, esos de abolengo y alta escuela, son el cáncer de nuestra tragedia. Tristemente la forma de pensar de muchos mexicanos sigue siendo: “Se mueve como corrupto, vive como corrupto y se junta con corruptos, ah pero él es diferente. A éste sí le creo y ahora sí vamos a ver un verdadero cambio”. ¡Carajo! Por eso creo fielmente que André Marlaux, tenía razón cuando dijo que “es falso que los pueblos tengan los gobiernos que se merecen, sino que la gente tiene los gobernantes que se les parecen”. Por ejemplo, la evidencia ha comprobado en reiteradas ocasiones que Miguel Barbosa es una basura y los ciudadanos de Puebla, están a punto de elegir a quien más se les parezca. Lo cual debe preocuparnos, porque en Baja California, también estamos en contienda y aún no podemos persignarnos. *- El autor es graduado de la licenciatura en Derecho de la UABC, escritor y conductor de radio.

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