Diálogo empresarial
Los símbolos y las fiestas patrias son un cimiento fundamental de nuestra identidad nacional. Tener una bandera, un escudo y un himno es algo que nos genera un sentido de orgullo y pertenencia. Dentro de nuestra diversidad cultural, étnica y geográfica, los mexicanos tenemos sólidos vínculos que aun en la adversidad nos mantienen unidos. Un niño en una escuela de Baja California o en una escuela de Campeche, canta el Himno Nacional y saluda a la Bandera con la misma emoción. El hecho de que en la noche de cada 15 de septiembre haya una multitud reunida en todas las plazas públicas del país, sea en el Zócalo de la Ciudad de México o en torno a los kioscos de miles de pequeños municipios a lo largo y ancho de nuestro vasto territorio, es algo que nos refleja como una nación unida. Aun con nuestras diferencias y nuestros problemas, los mexicanos cerramos filas en aquellas fechas históricas que nos definen como pueblo. Qué bonito se siente alzar la bandera el día de la Independencia y gritar ¡Viva México! El problema es que para millones de mexicanos el patriotismo se limita únicamente a ese grito. Festejar la noche del 15 de septiembre, brindar con tequila y ver la pelea de box. “Pobres mexicanos que cada 15 de septiembre gritan por espacio de una hora, para callar el resto del año”, escribió Octavio Paz. Mucha razón tiene nuestro Premio Nobel. Si nuestro grito patriota se ahoga en una noche y el resto del año volvemos a caer en el conformismo y la mediocridad, de poco sirve enarbolar una bandera y proclamar nuestro amor por este país. Los símbolos y las fiestas son muy importantes, pero el verdadero patriotismo se practica y se vive a diario en pequeños y grandes actos dentro de nuestra existencia cotidiana. Amar a México significa tomar acciones para mejorar y transformar nuestro entorno, empezando por lo más inmediato, es decir, nuestra calle, nuestra colonia, nuestro municipio. No se puede decir que amamos a México al mismo tiempo que tiramos basura en la calle o nos quedamos cruzados de brazos cuando vemos que alguien ensucia o deteriora nuestro entorno o cuando carecemos de educación vial y de las más elementales normas de urbanidad. No podemos proclamarnos patriotas solo por lucir un sombrero charro el 15 de septiembre, pero absteniéndonos de votar en las elecciones, manteniéndonos ajenos e indiferentes frente a leyes o decisiones de gobierno que inciden en nuestra vida o sin involucrarnos activamente en la educación de nuestros hijos. Amar a México significa reconocer y retribuir a tantos héroes anónimos de nuestra comunidad, como son los bomberos, los buenos policías o aquellos ciudadanos que se organizan activamente para ayudar a los más desfavorecidos. Ser patriota significa organizarnos con nuestros vecinos, fomentar y practicar la cultura de la legalidad y la denuncia, y saber alzar la voz y exigir cuando un servidor público nos falla. Demostramos nuestro amor por este país cuando apoyamos a los emprendedores que inician con una pequeña empresa, cuando le damos la mano a alguien para que se supere, cuando generamos un empleo o contribuimos a la educación de un niño. Hay mil y un formas de hacer del patriotismo una práctica cotidiana que vaya mucho más allá de un grito y una noche. En nosotros está el poder vivir el ¡Viva México! * El autor es presidente del Consejo Coordinador Empresarial Tijuana.
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