Diálogo empresarial
Le llaman Generación Z y está integrada por jóvenes nacidos a finales de los años 90 y en la primera década del nuevo milenio. Se le nombra también Generación Posmilenial y la conforman niños y adolescentes cuya formación y manera de relacionarse con el mundo es radicalmente distinta a las de sus padres. A diferencia de quienes crecimos en los años anteriores a la masificación del Internet, los integrantes de la Generación Z tuvieron contacto con el mundo digital antes incluso de aprender a leer o escribir y su proceso epistemológico primario está ligado a un mundo virtual. Si bien vemos no pocos casos de chicos realmente geniales que pronto desarrollan habilidades como programadores o creadores de videojuegos y animaciones, lo cierto es que también hay señales de alerta que debemos atender. Para la Generación Z, la manera de entrar en contacto con el entorno y establecer relaciones de amistad pasa necesariamente por esa enorme plaza pública llamada redes sociales. Nuestros hijos o nuestros nietos establecen contactos con decenas de personas con las que nunca han tenido encuentros presenciales y de las que saben poco o nada. Si bien en el mundo virtual pueden integrar comunidades, lo cierto es que sus habilidades para relacionarse con el mundo real son a menudo escasas y limitadas. Están empapados de toda clase de información, no pocas veces dispersa y poco fiable y aunque es imposible generalizar, muchos son individualistas y egoístas, con tendencia a querer todo rápido y a la carta, sin valorar la cultura del esfuerzo y el sacrificio. Obviamente no se puede medir a todos con la misma vara, pero es inocultable que hay una tendencia y que si bien muchos de estos jóvenes tienen un gran desarrollo de conocimientos y habilidades en los cuales superan a sus padres, lo cierto es que pueden ser presas fáciles de un mundo real que es muy peligroso. Pienso todo esto mientras miramos con preocupación cómo se multiplican los casos de desapariciones de jóvenes y adolescentes en nuestra entidad. Nosotros hemos sido los primeros en señalar que las autoridades de los tres niveles de gobierno tienen una enorme deuda pendiente en materia de seguridad y que tanto a nivel preventivo como en materia de impartición de justicia nos están quedando a deber. La desaparición de jóvenes es inadmisible bajo cualquier óptica y en cualquier circunstancia, pero debemos de reconocer que así como la autoridad ha fallado, nosotros como padres de familia tenemos también una responsabilidad y una tarea pendiente que a menudo es evadida. El primer gran reto en materia de prevención del delito empieza en el hogar. Siempre se ha dicho que es sano saber con quién se juntan nuestros hijos. La diferencia con generaciones anteriores, es que hoy la mayoría de sus contactos están en el mundo virtual, que puede ser el vínculo o la puerta de entrada hacia relaciones peligrosas que se materializan en la calle. ¿De verdad sabemos con quiénes se relacionan nuestros hijos en Internet? ¿Sabemos cuáles sus intereses e inclinaciones? ¿Cuántos de estos casos de desapariciones pudieron evitarse con una sólida y constante comunicación entre padres e hijos? No podemos echarle toda la culpa a la policía cuando nosotros no hemos hecho la tarea como padres. No se trata de reprimir y censurar su interacción en redes sociales, sino de hablar, comunicarnos, mirarnos a los ojos y cultivar todos los días una relación basada en el respeto y la confianza. Ese es nuestro gran reto y nuestra tarea pendiente. * El autor es presidente del Consejo Coordinador Empresarial Tijuana.
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