Postigo
"En recuerdo del ser, pensar y actuar de Alfonso Lizárraga" Sin duda los rostros creados por el maestro Rius lograron despabilar a muchos mexicanos que desestimaron la predica y derroche de disparates “culturales” proyectados por el régimen, sobre un conglomerado social aparentemente calcado en creencias morales, religiosas, políticas y raciales se supone compartidas por una “raza de bronce” guiada por el picaresco ¡Mexico, creo en ti! (verso cursi y santurrón), presumible garante de la identidad nación-gobierno-pueblo reforzado mediante la figura, dimensión y acción de un presidencialismo que siendo endiablado no deja de ser endiosado por un servilismo atroz y enfermizo. Abastecidos los mexicanos por una prensa, radio y televisión abyectas al poder presidencial y cacicazgos regionales, Rius se interpuso a la ignominia panfletaria oficial combinando el humor con la crítica tesonera y consistente cuyos personajes populares confrontaron a personeros impunes y corruptos, en este caso, prácticamente multiplicados en cualquier espacio público o privado los que recreados en diversas revistas acreditaron lo mismo al aguerrido Calzonzin que al reflexivo boticario, al ocurrente Chon, a la beata doña Eme o al párroco de San Garabato, mismos que grupal o individualmente discutían, desafiaban y encauzaban sus carencias en contra del policía represor, del abogado transa (licenciado Trastupijes) y del infaltable explotador(don Perpetuo del Rosal). Precisamente los dos últimos (Trastupijes y Perpetuo) personificaron al priista despótico y ratero: empistolados, pelo pintado, atildado vestir, enjoyados, lentes sombríos y botas de charol hasta rematar prendido en la solapa el broche, la charola tricolor del PRI. Unos comparables pájaros de cuenta del partido lacra cuyas manos leprosas oprimían, estrangulaban la democracia y bienestar de una comunidad de “agachados” y “supermachos” impasibles, aguantadores, tranquilamente dominados por la implacable dictadura del partido hecho gobierno. Rius el artista, el de la chispa política, el procesador del hartazgo ciudadano, el crítico y disidente murió en la trinchera sin jamás claudicar aunque, tal vez, en la soledad de su final suspiro no logró ver ni palpar cambio alguno en la cancerosa piel priista que por enésima ocasión, en los días que corren, repite el circo eterno en procura del continuismo sexenal presidencialista ya cercano, es decir, el priismo mafioso abre y clausura el mismo teatro de simulación y estafa del que durante décadas ha sabido medrar en desdicha de los débiles y fortuna de los opulentos. En suma, el PRI entregado al poder económico del cual sus elites de antes y ahora forman parte aferrándose, como jamás antes, a enraizados como deleznables intereses imposibles de sacrificar porque ello implica renunciar a una larga vida de placer y bonanza. La imperturbable muerte pilló a Rius y con ello estorbó al michoacano para no mofarse de la palabrería, gestos y actuación de priistas que en lo patético de su razón perversa aprobaron “nuevas” reglas partidistas, entre otras, el de “rendición de cuentas y ética”. Todo bajo una “visión de futuro” inspirada en el ejemplo moral del Licenciado Trastupijes y don Perpetuo del Rosal… * El autor es diplomado en Periodismo por la UABC.
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