Punto Norte
“Como te veo me vi… como me ves te verás”, me sentencia doña Esperanza Garza en una carta, en donde me dice que hace poquito entró a la cuarta edad, la cual se sitúa de los 80 años en adelante. Doña Epe, como le dicen de cariño, me comenta que si nos ponemos a pensar, 80 años se dicen fácil, pero son 960 meses, o 28 mil 800 días: Un extenso lapso que encierra un mundo de vivencias buenas, malas, alegres, tristes, frustradas, logradas… Y continúa su epístola: “Horas, días y meses desgastando la vida, la mayoría de las veces en la inconsistencia: Cuando se es niña por niña, cuando se es joven por inquietudes y despertares, cuando se es mayorcita por impaciencia, y cuando se empieza a declinar, por aprovechar lo último. “Cuando se acepta la tercera edad, se disfrutan esos años en que aprende uno a reírse de una misma y nos damos permiso de hacer lo que antes no nos permitíamos… Pero ahora sigue lo que llamamos la cuarta edad, que estoy viviendo en carne propia… “Cuarta edad, con sus limitaciones ya bien marcadas, el declinar ya no se puede detener. Aun cuando hablemos de personas con salud, no se puede evitar el que la mente empiece a batallar en su constante irrigación y provoque el olvido de las cosas. “Curiosamente, se empieza a recordar la niñez y se pierde la memoria inmediata, lo que provoca una lucha por sobreponerse y tratar de dar una buena imagen, 'para que no se note que me estoy haciendo vieja'. Pero eso es lo de menos, surgen los problemas del estómago, de las venas, arterioesclerosis, miedos, jaquecas, impaciencias y, algunas veces, agresividad. “Con la cuarta edad llega la dependencia, ya sea en tu misma casa o en alguna institución de salud, albergue o asilo. Y si la persona está consciente de lo que sucede y es una persona prudente, se va a sentir terriblemente mal por estar dando lata a los demás; y si no lo está, como quiera va a dar lata, pero no lo va a saber. “Hasta que uno convive un buen tiempo con personas de la cuarta edad, nos damos cuenta de todos los cuidados que ellas necesitan: Aseo y cuidado; buenos alimentos, corte de pelo, limpieza de los dientes o las placas… Y cuidarse de las caídas, que son catastróficas, pues el siguiente paso es la cama, en donde tarde o temprano salen llagas, se pierde el oído, el habla y viene la dependencia total. “Para quienes tienen familiares que los acompañan con cariño, es un poquito de ayuda; para las que están muy solas, es terrible. “Parece que exagero, pero este proceso es un hecho. Por supuesto, hay personas de 80, 90 o 100 años que se valen por sí mismas, que leen, van a misa o tejen, pero son las excepciones. No lo sabemos, son misterios de Dios o de la vida. “Para mí lo más increíble es que, a pesar de todo lo que menciono, estas personas no quieren morir. El deseo de vivir es muy fuerte en el ser humano. La ciencia ha logrado alargar la vida de las personas, pero no la calidad de vida. “Creo que los cursos que se ofrecen a las personas de la tercera edad se deben ampliar hasta la cuarta, para tomar conciencia de lo que dice el letrero que está a la entrada del museo de las momias de Guanajuato: Como te veo me vi…”. Refilón: “Kiko” confía a pie juntillas que los sueños de “Manuelón” se harán realidad. “Nuevo amanecer”: ¿Cuántas terceras y cuartas edades se esfumaron en el incendio?... *El autor es columnista y periodista local, comentarista editorial.
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