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Punto Norte

Ya estoy hasta la madre del sudor, del calor, del surco cediendo al arado, de las manos encallecidas, los elementos extremos, los heroicos pioneros, la adversidad. Me pregunto: ¿Qué hago aquí? ¿Por qué quiero a Mexicali? Me cuesta trabajo encontrar la respuesta. Vengo del aeropuerto: La pesadilla de “yonques”, que ensucia el paisaje mexicalense, profusión de flores de colores improbables, impactantes por lo artificial de sus tintes, adornando la proximidad de un cementerio desprovisto de lápidas. Claudicar la tradición para entregarse al sueño norteamericano. Nuestra identidad malinche entregada a los norteamericanos brazos de los modernos diseñadores. Don Bernardo de Balbuena, en su “Grandeza Mexicana” (1602) canta las múltiples facetas de la ciudad de México: “De la famosa México el asiento, origen y grandeza de edificios, caballos, calles, trato, cumplimiento, letras, virtudes, variedad de oficios, regalos, ocasiones de contento, primavera inmortal y sus indicios, gobierno ilustre, religión y Estado, todo en este discurso está cifrado”. “El Notario del Desierto” parafrasea: “Cómo quisiera también yo, al estilo de Balbuena, poder decir de Mexicali que ha conservado, cuando menos, algunos edificios singulares, apreciando su origen y asentando su grandeza. En haberse construido con dignidad, superando dificultades (que todos conocemos), más que por su arquitectónica calidad. “Por mis calles tronaron cascos de caballos. Nunca aquellos de gran alzada y gallardo paso, jinetes forrados de terciopelo, espada resplandeciente, gesto adusto de nobleza o atavíos charros alardeando plata y chumite, sino pobres jamelgos de verduleros chinos, contenidos (o sostenidos) por remendados arneses, jalando pesadas carretas, para abastecer muy de mañana las mesas de nuestros barrios. “¿De sus calles? Ah, no nos gana ciudad alguna. Mexicali las tiene anchas, eficientes y cada día menos polvosas. “Del trato ni se diga, no hay pueblo más hospitalario que el nuestro. Y del cumplimiento…, pues depende: La hipocresía no se da en el cachanilla, que acostumbra llamar carne a la carne y tortilla a la tortilla. “¿De las letras? Ya no alcanza la pluma a Gabriel Trujillo para dar cuenta; Horacio, Valdemar, Peritus y tantos otros te cantaron. Tus virtudes pueden contarse con ventaja sobre tus vicios, y desbordan nuestras universidades, talleres, empresas, la prolija variedad de tus oficios. “La primavera inmortal huésped perenne, cuando no sus indicios, salvo en los meses de julio y agosto, cuando el clima nos juega trastadas y a veces en septiembre, con lágrimas apenas atenuadas. “Del gobierno ilustre hay opiniones encontradas, como usted bien lo sabe. No es religión, pero sí Estado, en los que este discurso está cifrado.” Dices, como Cavafis: “No hallarás otra tierra ni otro mar. La ciudad irá en ti siempre. Volverás a las mismas calles. Y en los mismos suburbios llegará tu vejez; en la misma casa encanecerás”. O acaso, como T.S. Eliot: “Porque no espero retornar jamás… Ya no me esfuerzo más por esforzarme por cosas semejantes (¿Por qué debiera desplegar las alas el águila ya vieja?)”. O como Salvador Espriu: “Harto estoy de mi vieja tierra, de mi país cobarde y salvaje. Cómo quisiera ir hacia el norte. Allí me dicen que la gente es limpia, noble, culta, feliz, rica, despierta… Pero no cumpliré nunca mi sueño y aquí voy a quedarme hasta la muerte. Pues yo también soy cobarde y salvaje y amo con un desesperante dolor mi patria pobre, sucia y desdichada”. Refilón: Mando único… o coordinación única. Ecología: Con el Río Nuevo, Calexico nos pone la muestra de lo que se tiene que hacer con los drenes de Mexicali… Padre “Chilo”: Dos obispos… y va por el tercero. *El autor es columnista y periodista local, comentarista editorial.

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