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Punto Norte

“Estamos todos, literalmente todos, padeciendo las dudas que suscita el debilitamiento de los principios ideológicos, sin los cuales las propuestas o plataformas que componen nuestro sistema político se reducen a meros cascarones vacíos, que no tienen otra utilidad que no sea la de ser una imagen vistosa que mueve a placer el marketing político, el mensaje efímero del publicista o la promesa sin destino”. El anterior párrafo del libro “El campo que yo conocí”, de Augusto Gómez Villanueva, les viene como anillo al dedo a los tránsfugas, saltimbanquis y contorsionistas de la política, quienes un año están en un partido político, en unos meses están en otro y a las semanas aparecen como candidatos ciudadanos, o independientes. La ideología, las propuestas, las plataformas políticas, la congruencia entre la palabra y la acción no importan. La moda actual para payasos, boxeadores, comunicadores, empresarios o aventureros sin vocación política, es venderse como “candidatos independientes”. A lo largo de las 900 páginas de su libro, don Augusto da testimonio de su congruencia ideológica. Allí plasma la historia del gran espectro del mundo rural, el problema de la tierra, el agua y el financiamiento agrícola; el latifundismo en todas sus manifestaciones, incluyendo el financiero, y la reforma agraria, objetivo fundamental de la Revolución Mexicana. Como parte de esa congruencia, subraya las grandes contradicciones entre desarrollo económico y desarrollo social, “que deberían entrelazarse para avanzar en el rumbo certero del bienestar, en la práctica de la política económica neoliberal…”. Comenta que lo anterior es una de las “más nefastas aportaciones de la corriente económica neoliberal… cuyo proyecto postuló la hegemonía del mercado sobre la rectoría del Estado, teniendo como telón de fondo la expectativa de una vida democrática, cuyos valores, por lo que estamos viendo, están cada vez más en entredicho”. Hace hincapié en la diferencia de alternancia y transición; del cambio que no llegó, de la pobreza y la descarnada injusticia e inequidad que son características del modus vivendi de un amplísimo segmento de la población nacional, incluida la campesina (algunas estadísticas reportan 18 millones y otras 25). Ante el escenario lacerante de pobreza, marginación social y proclividad, sobre todo de los jóvenes, de sumarse a las organizaciones delictivas o simplemente permanecer como individualidades pasivas, al margen de toda esperanza, el autor se pregunta: “¿Tiene sentido hablar de democracia, ante esta terrible realidad? Recordemos que no se puede dar democracia con exclusión de los pobres, virtualmente excluidos”. “El campo que yo conocí” es un libro de la historia agraria de México, escrito por uno de sus protagonistas, partícipe de la reforma agraria más importante, desde el cardenismo y artífice de la creación de los destinos turísticos más importantes del País. Se esté o no de acuerdo con él, Augusto Gómez Villanueva es un hombre congruente, que sigue creyendo que el llamado del campo “debe ser atendido sin demora e incondicionalmente… y que es inaplazable devolver a los campesinos su oportunidad…”. Refilón: Ricardo Magaña dice que Tijuana “huele a patas”. Mario García Franco: Aclara que como presidente del Consejo Coordinador Empresarial sigue pensando lo mismo, que el Fidem “Es una mochada y un 'cuchupo' entre gobierno y empresarios”. Enrique Acosta: Hasta el momento no es la mejor ni la peor opción del PRI a la alcaldía de Mexicali, es la única. *El autor es columnista y periodista local, comentarista editorial.

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