De política y cosas peores
Hoy aparecen aquí “Los dos Chistes más Pelados del Año”! Ambos tienen un gran contenido sicalíptico, de modo que no se recomienda su lectura a personas con escrúpulos morales. Los dichos cuentos vienen al final. Un año más se va. Yo lo despido. En él conservé la vida y la salud. Recibí amor, y procuré dar amor también. Tuve trabajo. No me faltaron la casa, el vestido ni el sustento. Dios es injusto conmigo: me da más de lo que necesito. Sobre todo, me da más de lo que merezco. Se es injusto lo mismo cuando se da de más que cuando se da de menos, y yo le doy gracias a Dios por su injusticia. Se volverá justicia si en el año que viene Él me inspira su bondad y me hace remediar, con lo que a mí me da de más, algo de lo que la injusticia de los hombres da de menos. En el baño de vapor le informa un tipo a otro: “¿Sabías que en el club te dicen `Pepe el Toro’?’’. El otro, vanidoso, pregunta: “¿Me dicen `Pepe el Toro’ por los brazotes?’’. “No -le contesta el amigo-. Por los cuernotes’’... El almiar es un montón de paja. Bucolio, muchacho campesino, iba a desposarse con Zita, zagala de muy buen ver que estaba de criada en la ciudad. Un día antes de la boda, sin embargo, a Bucolio se le cayó el almiar. Si no lo levantaba, la paja se le echaría a perder. Así el muchacho envió un mensaje urgente a la casa donde su novia trabajaba, y la señora se lo leyó a Zita. Decía el mensaje: “No podré llegar mañana. Se me cayó almiar’’. Comenta la chica, llena de tristeza: “¡Uh, pos entonces ya que ni venga!’’... Tres vaqueros del Salvaje Oeste bebían en el saloon. Sobre ellos volaba un mosquito con su peculiar zumbido: “”Uuuuuuuuuuu’’. Saca uno de los vaqueros su revólver y ¡bang! ¡bang! le dispara al mosquito. Este sigue volando: “Uuuuuuuuuuu’’. El segundo vaquero le tira tres balazos: ¡bang! ¡bang! ¡bang! Y el mosquito: “Uuuuuuuuuuu’’. Con la velocidad del rayo el tercer vaquero saca su pistola y ¡bang! sin apuntar dispara un solo tiro. El mosquito se aleja apresuradamente haciendo: “Iiiiiiiiiii’’. ¡Con su bala el vaquero lo había despojado de las partes que hacían que su voz fuera gruesa!... Libidiano se mortificaba porque su esposa Nevilia era demasiado pasiva en el momento del amor. Consultó a un doctor, y éste le dijo: “Voy a prepararle una fórmula de contenido erótico para que se la dé a su mujer. Se trata de un específico hecho con 7 partes de aceite de tortuga y una de aceite de delfín’’. “Invierta la fórmula, doctor -le pide Libidiano-. No quiero que se mueva como tortuga, sino como delfín”. Lord Feebledick llegó a su casa y encontró a su mujer, lady Loosebloomers, en íntimo coloquio con Wellh Ung, el guardabosque. Ofendido en su orgullo y en su honor, lord Feebledick prorrumpió en altísonos dicterios de carácter mitológico-histórico. “¡Eres una Mesalina! -le gritó a su mujer-. ¡Una Xantipa, una Thais, una Pasifae, una Teodosia, una Friné!’’. Replica milady con enojo: “¡Ahora sí estoy arreglada! ¡Éste en celo, y tú celoso!’’... Y ahora, he aquí “Los dos Chistes más Pelados del Año”. Primer chiste pelado. Una mujer joven le anunció a su madre: “Me voy a divorciar”. “¿Por qué?” -se alarmó la señora. Explicó la muchacha: “Afrodisio, mi esposo, es insaciable en el renglón de sexo. Me hace el amor a mañana tarde y noche. Y ya estoy resintiendo los efectos de su erotomanía: yo era como una monedita de 10 centavos de dólar, y ahora soy como una moneda de dólar”. “Mira -le dice la mamá-. Tu esposo te trata como reina. Vives en una espléndida mansión con piscina, salón de juegos y gimnasio. Cada año tu marido te compra coche nuevo, el más caro y lujoso. Cada tres meses te lleva a París, Roma, Londres o Nueva York a que te compres ropa. Te da 100 mil dólares al mes para tus gastos. ¿¡Y vas a sacrificar todo eso por chinchurrientos 90 centavos de dólar!?... Segundo chiste pelado. El niñito le pregunta a su abuelo: “Abue: esta parte que tengo en la entrepierna ¿pesa algo?”. “Desde luego que sí, hijito -le dice el señor-. Algo debe pesar”. Inquiere de nueva cuenta el niño: “Y la parte que tiene mi papá ¿pesa más que la mía?”. En efecto -contesta el abuelo-. Es más pesada”. Pregunta el chiquillo: “¿Y tu parte, abuelito?”. “Es la que pesa más -responde el señor-. Con decirte que entre tu abuela y yo no la podemos levantar”. (No le entendí). FIN. *El autor es licenciado en Derecho y en Lengua y Literatura Españolas, y cronista de Saltillo.
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