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¿Qué son los NFT? ¿Por qué se vendió una pieza de arte digital por millones?

Los NFT han irrumpido en los últimos meses. Tokens para identificar la autenticidad de archivos digitales que ha impulsado una economía del coleccionismo sin precedentes. Pero ese puede ser solo el comienzo.

Una obra de arte digital del artista Beeple acaba de venderse en una subasta en Christie’s por 69 millones de dólares, convirtiéndose en la tercera obra más cara vendida en la conocida casa de subastas de un artista aún vivo. La obra en cuestión, titulada, Everydays – The First 5000 Days, son 5.000 imágenes digitales creadas por este artista en los últimos 13 años. Pero su precio no solo lo vale por su creatividad. También porque es un NFT.

Los tokens no fungibles o NFT -por sus siglas en inglés- son activos criptográficos basados en blockchain con códigos de identificación y metadatos únicos que los distinguen entre sí. Cada NFT, en definitiva, es único, lo que concede a cada archivo, que puede ser una obra digital como esta, pero también un meme, un gif, un clip de audio o video, o incluso un tuit, el atributo de coleccionable.

El boom de los NFT no se puede entender sin blockchain, la tecnología sobre la que ya se basan las criptomonedas y que añade la confianza y trazabilidad de que esa obra es única. Pero tampoco sin el mismo ingrediente que ha hecho que a lo largo de la historia la humanidad haya dado valor al oro, los sellos de coleccionista, o los cromos: el acuerdo social de que esa es una pieza, un objeto o un bien -ahora no necesariamente tangible- que tiene un valor determinado, indica Hipertextual.

A diferencia de las criptodivisas, los NFT no pueden comercializarse ni intercambiarse por equivalencia. Tampoco dividirse. Esto difiere de los tokens fungibles como las criptodivisas, que son idénticos entre sí y, por tanto, pueden utilizarse como medio para las transacciones comerciales.

Aquí, hablamos, en definitiva, y conviene remarcarlo, de piezas de coleccionista. Y lo disruptivo, es que ahora son archivos digitales.

Explicando los NFT

Su irrupción en los últimos dos meses ha ido mucho más allá de excentricidades con marcas y empresas como la NBA que ya han comenzado a explotarlo poniendo a la venta pequeños clips de sus partidos. Pero también promete poder cambiar el ámbito de la creación de contenidos en internet, hasta ahora subrogado a plataformas.

Si de momento no se te ha calentado la cabeza espera un poco, porque los NFT pueden ser la próxima revolución digital, o quizá solo la burbuja del momento. Eso sí, no han surgido de la nada.

En la práctica, los tokens de las NFT son metadatos insertados en el archivo digital en cuestión que cuenta con tantas especificaciones como puedas imaginar. Si adquiero un Gif aparecerá por ejemplo la firma del creador, su fecha de diseño, cuándo la adquirí… lo que ha hecho que se comparen con pasaportes digitales porque cada ‘bien digital’ contiene una identidad única e intransferible para distinguirla de otros. También son extensibles, lo que significa que se puede combinar una NFT con otra para engendrar una tercera NFT única.

En el perfil técnico, los NFT funcionan y son transferidos aprovechando la tecnología Smart Contract de Ethereum, la conocida criptomoneda. Evolucionaron a partir del estándar ERC-721, que a diferencia del protocolo habitual de los Smart Contract que permite que sean divisibles e intercambiables (lo necesario para crear criptomonedas útiles), fomenta lo que se denomina ‘escasez digital’. No es muy distinto al concepto de escasez económico. Cada NFT debería ser única o contar con un número limitado, por lo que su valor tiende al alza.

Por lo tanto, sobre la base, comprar y vender NFTs solo se puede hacer con Ethereum, aunque ya se han encontrado soluciones intermedias como la que aplica la propia NBA, que acepta tarjetas de crédito. En este contexto, también han surgido marketplaces propios de NFT como Niftygateway o Valuable para la venta de tuits.

De gatos y memes a obras de net-art y clips de la NBA

Pero como decíamos, los NFT no han surgido de un día para otro. Su origen hay que buscarlo en unos gatitos. Lanzados en noviembre de 2017, los cryptokitties son representaciones digitales de gatos únicas. Como si fueran una mezcla entre tamagotchis y Pokémon digitales. Desarrollado por Dieter Shirley, el creador del estándar ERC-721, cada gatito es único y tiene un precio que partía desde los 12 dólares hasta los 95.000.

Estos gatitos se reproducen entre ellos y producen nuevas crías, que tienen diferentes atributos y valoraciones en comparación con sus padres. A las pocas semanas de su lanzamiento, los cryptokitties acumularon una base de fans que gastaron 20 millones de dólares para comprarlos, alimentarlos y cuidarlos.

«Un cambio para la creación de contenido en internet»

¿Pero qué hace que alguien deposite este dinero por un gato digital, por muy mono que nos parezca? Mark Cuban, inversor tecnológico y dueño de los Mavericks, ha sido uno de los que más ha comentado el ascenso de los NFT. Para él, se trata «de un cambio generacional que ahora dota de valor a un activo digital al igual que hasta ahora se lo hemos dado a cualquier valor físico que consideramos que es único o distinto».

El analista Chris Dixon también ha escrito en el blog de la inversora Andreessen Horowitz que los NFT tienen potencial para “cambiar la relación de los creadores de contenido digital con sus propias creaciones”. Dixon se refiere a que hasta ahora toda creación de contenido debía ir ligada a una plataforma, como por ejemplo Youtube, que interpone un algoritmo y una monetización sobre esa creación y el público en sí. Y que ahora, un youtuber, pero también un artista digital o un diseñador puede vender su obra directamente a su público de forma mucho más exclusiva gracias a este nuevo concepto.

En los últimas semanas ya se han dado algunos puntos de inflexión importantes que marcan lo que podría pasar en el futuro.

El creador del meme Nyan Cat vendió un NFT de esta obra por 300 ethereum. El meme se puede seguir compartiendo, pero el original (con la misma confianza de que lo sea que ahora le damos al artista al igual que se la damos a un vendedor de cromos antiguos), referenciado por el blockchain, ahora está en manos de alguien.

Jack Dorsey puso en venta el primer tuit de la historia en una subasta que llegó a superar los 2,5 millones de dólares.

Y, por último, el caso de la obra de Beeple que comentábamos al comienzo de este texto.

¿Burbuja o utilidad para bienes también físicos?

Pero no solo hablamos de memes. Un NFT para una botella de vino facilitaría la interacción desde el productor al comprador. Ayudaría así a seguir su procedencia, producción y venta a lo largo de todo el proceso. La consultora Ernst & Young ya ha desarrollado una solución de este tipo para uno de sus clientes.

Los tokens no fungibles también pueden aplicarse para la gestión de la identidad. Pensemos en el caso de los pasaportes físicos que deben producirse en cada punto de entrada y salida. Al convertir los pasaportes individuales en NFT, cada uno con sus propias características de identificación, es posible agilizar los procesos de entrada y salida de los distintos países.

Hay que separar, por lo tanto, la utilidad que puede tener para piezas de coleccionismo digital de bienes únicos que pueden tener su reflejo físico. La primera opción, como el caso de Beeple, soluciona el problema de la ‘firma’ y autenticidad que hasta ahora habían tenido sectores como el net-art o los diseños digitales. La segunda, puede ser una aplicación más del blockchain en términos de trazabilidad, donde puede que se encuentre quizá la verdadera revolución cuando se pase (o no) esta oleada de ventas millonarias de tuits, memes y cryptogatitos.

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