La alarma en el polo Sur: el hielo antártico se desvanece
Una pérdida acelerada expone glaciares críticos y plantea riesgos globales para las comunidades costeras.
La Antártida, tradicionalmente vista como una región estable y perpetuamente congelada, está experimentando transformaciones aceleradas y sorprendentes que han encendido las alarmas en la comunidad científica mundial. En los últimos años, el hielo marino del continente ha mostrado un comportamiento sin precedentes, registrando en febrero de 2023 el nivel más bajo de hielo estival desde que existen mediciones satelitales, y alcanzando máximos invernales muy por debajo de los promedios históricos. Este cambio abrupto representa una ruptura clara con el comportamiento que se había observado durante más de cuatro décadas.
A diferencia del Ártico, donde la pérdida de hielo ha sido constante desde hace décadas, el hielo marino antártico había mostrado relativa estabilidad e incluso incrementos ocasionales, favorecido por su particular geografía: un continente rodeado de océano. Sin embargo, ese patrón se revirtió drásticamente desde 2016, revelando un descenso acelerado cuya causa y consecuencias aún están siendo estudiadas.
Aunque el derretimiento del hielo marino no contribuye directamente al aumento del nivel del mar, su pérdida genera un efecto indirecto y potencialmente devastador. Esta capa flotante actúa como una barrera que protege a las enormes plataformas de hielo y glaciares terrestres. Sin ella, estas quedan expuestas al oleaje y a aguas más cálidas, lo que facilita su fractura y deslizamiento hacia el océano, contribuyendo entonces al incremento del nivel del mar. En los últimos años, hasta dos tercios de la costa antártica han quedado expuestos al mar abierto, un dato alarmante sin precedentes.
La dinámica del hielo antártico, además, está mostrando efectos inesperados. Algunos científicos plantean que la reducción del hielo marino podría estar generando mayores nevadas sobre el continente. Con más océano abierto, aumenta la evaporación, y con ella, la disponibilidad de humedad para formar nieve. Este fenómeno podría, en teoría, ralentizar parte del aumento del nivel del mar, aunque los expertos aclaran que este efecto no compensa los riesgos mayores asociados al debilitamiento de las capas de hielo.
El impacto de estos cambios no se distribuye de forma uniforme. La pérdida más grave se concentra en la Antártida Occidental, especialmente en las regiones de los mares de Amundsen y Bellingshausen, donde se encuentra el glaciar Thwaites, apodado “el glaciar del juicio final” por su potencial de elevar por sí solo el nivel del mar global en medio metro si colapsa. Allí, la desaparición del hielo marino protector aumenta el riesgo de desestabilización.
Ante este panorama, los científicos trabajan con urgencia para determinar si los datos recientes representan fluctuaciones extremas dentro de ciclos naturales o si indican un punto de inflexión provocado por la crisis climática global. La incertidumbre es elevada, pero existe consenso en que el sistema antártico está reaccionando de manera inusual y potencialmente irreversible.
Lejos de ser un fenómeno remoto y ajeno, la situación en la Antártida tiene implicaciones mundiales. El destino de sus capas de hielo está directamente vinculado al futuro de millones de personas que viven en zonas costeras, así como al equilibrio climático del planeta. Por ello, especialistas insisten en que el mundo entero debería prestar atención a lo que ocurre en el continente más frío del planeta.
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Con información de NASA Earth Observatory, Space, The Guardian y National Snow and Ice Data Center (NSIDC).
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