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Gatos y esquizofrenia: el estudio que encendió la polémica

Una revisión científica encontró una asociación estadística, pero los expertos advierten: correlación no es causalidad.

Gatos y esquizofrenia: el estudio que encendió la polémica

La reciente inquietud sobre una posible relación entre tener gatos y un mayor riesgo de esquizofrenia surge de un metaanálisis que revisó 17 estudios en 11 países realizado por el psiquiatra John McGrath. La investigación encontró una asociación estadística significativa: las personas expuestas a gatos parecían tener el doble de probabilidad de desarrollar esquizofrenia u otros trastornos psicóticos. Sin embargo, los científicos señalan que esta correlación no demuestra que los gatos causen la enfermedad; simplemente indica que existe una relación que requiere mayor comprensión.

El verdadero factor sospechoso detrás de esta asociación sería el parásito Toxoplasma gondii, del cual los gatos son el único huésped en el que puede reproducirse. Este microorganismo es conocido por su capacidad de alterar el comportamiento en roedores infectados, reduciendo su temor a los depredadores y facilitando que sean cazados por gatos. Los expertos creen que un mecanismo similar podría afectar a ciertos procesos neurológicos humanos, posiblemente influyendo en neurotransmisores como la dopamina, implicada en trastornos psicóticos.

Sin embargo, el hallazgo más importante es que los gatos no son la principal vía de infección para los humanos. La mayoría de los casos de toxoplasmosis se originan en el consumo de carne cruda o poco cocida, agua contaminada, verduras mal lavadas o contacto con tierra infectada. Incluso para quienes tienen gatos en casa, el riesgo suele ser muy bajo, especialmente si la mascota vive en interiores, porque:

  • Solo eliminan el parásito por un periodo corto tras infectarse.
  • Los quistes no son contagiosos de inmediato.
  • Si el gato no caza ni come carne cruda, es muy difícil que se infecte en primer lugar.

Aun así, los investigadores piden cautela a la hora de interpretar los resultados. La mayoría de los estudios incluidos no son capaces de demostrar causa y efecto, muchos tienen limitaciones metodológicas y existen resultados contradictorios. De hecho, estudios de mayor calidad sugieren que la asociación podría deberse a otros factores sin relacionar directamente a los gatos. Incluso se plantea la posibilidad de causalidad inversa: que personas con predisposición a ciertos trastornos encuentren más afinidad emocional con los gatos.

En conclusión, aunque la relación estadística existe y merece seguir siendo investigada, no hay evidencia sólida que justifique temor hacia los gatos. Para la mayoría de los dueños de mascotas, las medidas preventivas básicas —higiene al limpiar la caja de arena, mantener al gato dentro de casa y evitar carne cruda— son más que suficientes para tener una convivencia segura. La verdadera lección es que la ciencia continúa revelando conexiones complejas entre el entorno, la salud mental y los animales con los que convivimos.

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Con información de Science Alert, PubMed, Times of India y PetsCare.

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