La Onda Radcliffe: Una ola gigante que transforma nuestra visión de la Vía Láctea
Una gigantesca ola de gas y estrellas, a solo 500 años luz del Sol, revela que nuestra Vía Láctea es más dinámica y viva de lo que creíamos.

Durante siglos, los astrónomos creyeron conocer nuestro vecindario galáctico, basándose en modelos como el Cinturón de Gould, un supuesto anillo de estrellas brillantes inclinado respecto al plano de la Vía Láctea. Este modelo explicaba la distribución de las estrellas cercanas y su origen se atribuía a interacciones con materia oscura u otros eventos galácticos. Sin embargo, los avances tecnológicos cambiaron radicalmente esta perspectiva.
El Telescopio Espacial Gaia de la ESA, junto con técnicas de mapeo 3D del polvo interestelar, permitió a los científicos construir mapas tridimensionales de alta resolución de nuestra región galáctica. En 2020, estos datos revelaron que el Cinturón de Gould era una ilusión óptica y que, en realidad, existía una estructura mucho más impresionante: la Onda Radcliffe.

La Onda Radcliffe es una gigantesca cadena de nubes de gas y “guarderías” estelares que se extiende aproximadamente 9,000 años luz de largo, con oscilaciones de más de 700 años luz por encima y por debajo del plano galáctico, y se encuentra a tan solo 500 años luz de nuestro Sol en su punto más cercano. No solo tiene la apariencia de una ola, sino que realmente se mueve como tal: es una onda viajera que se propaga a través del espacio mientras las estrellas y el gas dentro de ella oscilan localmente, impulsadas por la gravedad de la Vía Láctea. Sorprendentemente, este movimiento no requiere materia oscura significativa para explicarse.
El descubrimiento tiene implicaciones directas para la Tierra. La Onda Radcliffe podría haber desencadenado hace unos 14 millones de años la creación de la “Burbuja Local”, una cavidad de baja densidad alrededor del sistema solar, producto de explosiones de supernovas generadas por la onda. Estas supernovas pudieron afectar la heliosfera (la esfera de influencia creada por el Sol, debido a las eyecciones de masa coronaria y partículas) y dejaron rastros radiactivos, como hierro-60, en la corteza terrestre, conectando fenómenos cósmicos con la historia geológica de nuestro planeta.
Más allá de sus efectos locales, la Onda Radcliffe plantea preguntas fundamentales sobre la dinámica de las galaxias: ¿Son estas olas fenómenos comunes que estructuran los brazos espirales? ¿Se mueven todas las galaxias de manera similar, con ondas que ondulan y viajan a través de sus discos? La respuesta podría cambiar radicalmente nuestra comprensión de cómo se organiza y evoluciona el cosmos.
En conclusión, la Onda Radcliffe no solo reemplaza viejos modelos como el Cinturón de Gould, sino que revela una Vía Láctea mucho más dinámica, viva y compleja de lo que se había imaginado. Gracias a Gaia y al mapeo 3D, podemos percibir por primera vez la profundidad y la oscilación de nuestra galaxia, abriendo un nuevo capítulo en la exploración del universo cercano y sus misterios ocultos.
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Con información de Universe Today, Center for Astrophysics y Heise Online.
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