Epigmenio Ibarra

Me rehúso a ver los misiles cruzar los cielos y estallar en Gaza, Teherán, Haifa o Tel Aviv como si fueran solo fuegos artificiales.

Me repugnan la normalización televisiva del horror y la conversión de la guerra en espectáculo.

Bastaba con que Kristi Noem, secretaria de Seguridad Nacional de los EU, analizara las últimas declaraciones de Claudia Sheinbaum Pardo y pasara revista a su historia personal y a la historia de lucha del movimiento de la 4ª Transformación, para que se diera cuenta de que, la presidenta de México, no alentaría jamás protestas -y mucho menos en las que se prosaben actos violentos- en los Estados Unidos.

Los Estados Unidos, no importa si los gobiernan un republicano o un demócrata, consideran su “destino manifiesto” ser el imperio más poderoso de la tierra

Perdieron su último bastión.

Una revolución dentro de la revolución pacífica y radical que ya está en marcha en nuestro país. Un hecho inédito en nuestra historia. Un avance democrático sin precedentes.

Una revolución dentro de la revolución pacífica y radical que ya está en marcha en nuestro país.

Que, como decía Francisco Quevedo “menos mal hacen los delincuentes que un mal juez” es algo que las y los mexicanos -porque lo hemos sufrido en carne propia sabemos muy bien.

Justo en el momento en que la derecha asalta el poder en el mundo y vemos a los pueblos votar por sus tiranos; en México, luego de dos victorias sucesivas, se consolida y profundiza la 4ª Transformación.

Aunque su única esperanza es que perdamos por completo la memoria y olvidemos así los crímenes perpetrados por el régimen neoliberal, a la derecha conservadora y a la oligarquía, no les ha quedado más remedio que ir a sacar del panteón nacional de la infamia a sus voceros.

Al finalizar la última ceremonia que encabezó Andrés Manuel López Obrador en el Colegio Militar y en la que Claudia Sheinbaum Pardo, ya como Presidenta electa habló ante miles de cadetes, tuve la oportunidad de entrevistarla.

Casi todas y todos los mexicanos, en algún momento de nuestras vidas, o hemos tenido o tendremos algún asunto con el Poder Judicial.

No volverá a escucharse el ominoso “ya supérenlo” con el que -el 4 de diciembre de 2014- el entonces presidente Enrique Peña Nieto, decidido a dar carpetazo al caso Ayotzinapa, trató de amainar la oleada de indignación que recorría la nación.

No hay crimen más atroz, porque no cesa y porque niega a las familias el sagrado derecho a sepultar a sus muertos y la posibilidad de superar algún día la pena, que la desaparición forzada.

Durante años anduve con mi cámara al hombro registrando conflictos armados y siguiéndole el paso a movimientos sociales en distintos países.