Los enemigos de la tauromaquia
Don Figareto, el peluquero del barrio, le denunció al gendarme de la esquina: “Aquel hombre que va corriendo allá escapó sin pagarme la rasurada”. “Lo buscaré -dijo el jenízaro-. ¿Tiene alguna seña particular?”. “Sí -respondió el barbero-. Acaba de perder una oreja”.
Hace 1 semana



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