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El Imparcial / Nogales / Historia

Vivió en un panteón y ahora se refugia en la caja de un pick up

Juan de Dios fue deportado de EU y desde entonces pasa sus días en calles de Nogales.

Nogales.- Juan de Dios es un migrante sin domicilio fijo que por más de un año se refugió en las capillas de un panteón hasta que cambió su estadía a la caja abandonada de un pick up donde vive desde hace dos meses.

Su nombre completo es Juan de Dios Cantúa Salazar, tiene 46 años y es originario de Ciudad Obregón, de donde salió hace más de 25 años para buscar una mejor calidad de vida en Estados Unidos, país del que fue deportado.

“Trabajé muchos años en Phoenix, Arizona, allá me casé, tuve tres hijos, pero mi comportamiento no fue bueno y por problemas familiares recibí una orden de alejamiento y perdí a mi familia, todo por mi culpa,” aceptó.

La última ocasión regresó a Estados Unidos de manera ilegal y consiguió trabajo con un patrón al que le platicó que tenía problemas con la autoridad y que tenía prohibido estar en ese país.

“Fui completamente engañado por ese señor que me llevó a trabajar como ‘burro’ en trabajos de construcción, y luego de 15 días cuando le exigí que me pagara me echó a la migra y me pasé tres años encerrado en la cárcel hasta que me deportaron.

Desde entonces aquí estoy en Nogales viviendo, donde se puede, pasé más de un año en el panteón y ahora en esta caja de pick up donde tengo poco más de dos meses, me gusta vivir solo sin molestar a nadie”, relató.

TIENE SU “CASA”

La vieja caja de pick up donde actualmente vive Juan de Dios está en un predio cercado, a la orilla de la calle Reforma, en la colonia Del Rosario y a unos metros del Panteón Nacional.

Duerme en un pequeño sillón que introdujo a la caja del pick up, tiene tres cobijas, dos cambios de ropa, dos pares de calzado viejo, medio litro de aceite, un paquete de tortillas y una bolsita de sopa como todas sus pertenencias.

Cocina lo que puede, en ocasiones frijoles, huevos, sopa o simplemente calienta tortillas en un pequeño comal y un viejo sartén que coloca sobre ladrillos, donde prende fuego con trozos de madera.

El migrante aseguró que nunca le dio miedo vivir en el panteón y mencionó que el refugiarse en las capillas o nichos de los panteones era similar a vivir en una casa porque estaba protegido de las lluvias o el frío.

“Le tengo más miedo a los vivos que a los muertos, ahí en esas capillas me refugiaba porque era más seguro que andar en las calles soportando las inclemencias del clima o mojándome con las lluvias”, dijo.

Para ganarse la vida dos o tres días a la semana realiza descargas de productos en los vehículos del mercado Los Abastos o recolecta botes de aluminio, asimismo hace trabajos eventuales con migrantes.

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