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El Imparcial / Hermosillo / Sin Cadenas

"Ya valió", pensó "Karla" al ver cuchillos a su lado cuando su pareja la agredía

"Luis" se presentó ante la joven como un hombre encantador. Según expertos, un agresor puede pasar  de ángel a demonio. 

HERMOSILLO, Sonora.- “Ya valió”, pensó “Karla” al ver que a su lado estaban unos cuchillos. Las manos de “Luis” comenzaron a sangrar por los golpes.



“Golpeaba al refrigerador y la pared y me pasaba rozando con el puño y yo le decía ‘no me das miedo’, pero por dentro moría de miedo.



"En ese momento que le vi la cara transformada como si fuera el diablo y pensé que tenía que salir de ahí porque estaban los cuchillos. Me quise ir y él aventó la puerta prensando mi mano con el marco. Me solté llorando porque no soportaba el dolor”.



En dos años de relación, “Karla” descubrió que quien aparentó ser un buen hombre, en realidad era un agresor.



Es muy cariñoso, frente a los demás es encantador, el hombre perfecto. Sin embargo, a solas le dice a su pareja que no se ponga esa falda porque le dan celos y se pone violento. Le aprieta el brazo, le levanta la voz hasta llegar a los gritos y luego vienen las disculpas.



“Un momento después pide perdón, te convence y regresas a tu casa muy enamorada, tanto que ya se te olvidó la “jaloneada” que te dio", así describe el abogado Salvador Quiroz Terrazas una relación con un hombre agresor.



Quiroz, quien estuvo a cargo del Centro de Internamiento y Adaptación de Adolescentes Infractores del Estado de Nuevo León, señala que un violentador muestra inicialmente su lado amable y después vienen las agresiones, primero verbales y luego físicas. Pero es tan manipulador que consigue que su pareja se quede a su lado pese al maltrato.



“Empieza desde el momento que yo te quiero para mí, que no vayas con tus papás, ni quiero que estés con tus amigos y solamente estés conmigo porque tú eres mi mundo y cuando tú te quieras salir de mi mundo entonces yo me pongo violento”, indica el asesor jurídico que trabajó con agresores durante tres años.



Con él coincide Claudia Blas García, académica de la Universidad del Valle de México, al destacar que quienes agreden son personas que parecen “adorables”.



Según su experiencia como sicóloga clínica, un hombre agresor comienza por el enamoramiento e intenta llenar las carencias de la mujer, como es la parte de la comprensión. Después busca pasar a sentirse dueño de ella, a querer prohibir y tener el control por completo.



"JAMÁS ME HABÍA OFENDIDO"



“Karla” lo vivió. A sus 22 años conoció a un hombre del que se enamoró por las atenciones que tenía con ella y su hija, una bebé de meses a quién él cuidaba como si fuera suya.



Para la joven madre, “Luis” era una buena persona y estaba agradecida con él. Poco después decidieron vivir juntos y a los 6 meses de relación comenzó lo que para ella sería un laberinto sin salida.



Aún recuerda claramente el primer disgusto: Él desapareció sin decir nada para ir a una convivencia con sus amigos donde bebió alcohol, algo que la molestó porque ella ni siquiera podía pensar en hacerlo debido a que habría problemas.



“Karla” lo confrontó y él lo negó todo. Aun sabiendo que sus palabras eran mentiras, ella explica que le creyó por su forma dulce y suave de hablarle y lo dejó pasar.



Luego llegó el momento en el que “Luis” le dio órdenes y aunque no cumplió con todas, ahora cuenta, decepcionada de esa situación, que sí aceptó algunas como eliminar sus redes sociales porque él le dijo que así se ahorrarían pleitos de pareja.



Después llegaron los conflictos por el dinero y fue cuando las agresiones subieron de tono.



“Karla” detalla que lo desconocía cuando lanzaba contra ella palabras hirientes y tenía reacciones violentas. El hombre amable y atento desaparecía ante sus ojos cuando se presentaban las discusiones y él la culpaba. A los minutos le pedía perdón y todo se solucionaba.

Comenzó a gritarme, luego a ofenderme y yo en shock por la transformación de él de que antes jamás me había ofendido. Para solucionar los problemas me decía ‘te pido perdón, disculpa, porque estaba enojado dije eso y no pienso’.

NO HAY UN SOLO PERFIL



“Luis” pasó de ser un ángel a convertirse en un demonio en la vida de “Karla”, como describe el académico Quiroz Terrazas a un violentador.



Por las características que presentó en su relación, él cumplía con un perfil de agresor, pero tanto el asesor jurídico como el doctor en Ciencias Forenses Mario Medina Castro, y la sicóloga clínica Claudia Blas García, indican que no puede limitarse a uno solo porque es necesario considerar diversos factores como lo son las zonas del País, el contexto familiar, la situación socioeconómica, educación, entre otros.



Medina Castro, quien ha indagado sobre temas de feminicidios en el País y es miembro del Laboratorio Nacional de Inteligencia Social y Política Pública de la Guardia Nacional, coincide en que no es válido tener un solo perfil de agresor y que estos deben ser contextualizados porque varían sus características.



“Hay quienes tienen trastornos sicopáticos, otros tienen conflictos en la niñez, otros han vivido privaciones emocionales desde la infancia”.



Esta idea la comparte la experta en salud mental Claudia Blas García, quien señala que un hombre agresor tiene baja autoestima, resultado de situaciones que vivió en casa, por lo que busca demostrar lo contrario minimizando y violentando verbal y físicamente a la mujer.



Menciona que el rango de edad de los violentadores, según los casos que ha trabajado, está entre los 18 y los 70 años.



La sicóloga clínica, que también ofrece conferencias de Escuela para Padres en Ciudad de México, indica que cada vez son más jóvenes los varones que agreden a mujeres, comenzando incluso a manifestar actitudes violentas desde la adolescencia.



¿CUÁL ES EL DETONANTE?



Los tres especialistas coinciden que lo que vive un hombre durante su infancia, como violencia en su familia, presencia de armas o carencia de atención, pueden ser detonantes que lo lleve a ser un agresor de mujeres.



Para el doctor Medina, un hombre es consciente de los niveles de violencia que ejerce y del daño que provoca.



Todo empieza en un nivel tan básico que a la mujer le resulta muy difícil percibir esas señales de alerta y es cuando el agresor aprovecha para controlarla y quitarle sus libertades, dice Medina Castro, quien ayudó a resolver el feminicidio de una ciudadana española a manos de su esposo en México.



“Cuando nosotros preguntamos a alguien ‘¿por qué golpea a su esposa?’ nos han respondido que es porque no se pueden resistir”, señala el especialista en Criminología que ha trabajado con temas de violencia de género.



Destaca que un violentador no suele manifestar sus comportamientos agresivos a otros varones porque no puede enfrentarse con alguien que tenga la misma fuerza física, por lo tanto sí saben perfectamente a quién dañar, en qué momento y bajo qué circunstancia.



“Karla” recuerda que cuando discutían, “Luis” llegó a apretarle los brazos y las muñecas hasta dejarle moretones. Él sabía la co-dependencia que ella tenía por su amor y se aprovechó de eso.



La joven, acostumbrada a trabajar para no depender económicamente de nadie, tenía un mejor sueldo y aunque todo lo compartía con su pareja, él sentía que quería humillarlo y esa fue su excusa para violentarla muchas veces, pedirle perdón y seguir teniéndola bajo su control.



La pesadilla de “Karla” terminó un 31 de diciembre, después de dos años de vivir juntos. Cuando vio su mano morada y las paredes manchadas por la sangre de “Luis”, le pidió que se fuera.



Tras decirle varias veces que no se iría, él desapareció. La joven, de ahora 28 años, cuenta que lo demandó para que no intentara acercársele para pedir perdón.



SÍ PUEDEN DEJAR DE SER AGRESIVOS



Un hombre sí puede dejar de ser un agresor pero es muy difícil porque a veces el machismo les impide pedir ayuda, explican los expertos.



De acuerdo con el académico en Derecho Salvador Quiroz, de cada 10 hombres agresores, sólo de uno a tres aceptan que están mal y que necesitan ayuda.



Desde la visión de la sicología clínica, Claudia Blas García afirma que un agresor sí puede cambiar pero es un proceso complicado porque un violentador suele ser muy poco empático, por lo que estos casos no son muy comunes.



Cuando un hombre está dispuesto a llevar un tratamiento con un especialista, este debe trabajar en su paciente la aceptación del problema, la seguridad del hombre, la autoestima, cómo se desenvuelve en el trabajo para después trabajar la relación con la familia.



Para el sociólogo Medina Castro, es necesario reeducar a un hombre que es violento para que pueda rehabilitarse y desarrollarse de manera favorable con su familia y su comunidad.



Él señala la importancia de proyectar como materias los programas de masculinidades en espacios escolares básicos, es decir, desde preescolar y hasta la universidad.



UN AGRESOR PUEDE SER CUALQUIERA



Según los expertos, en cada región del País y sin importar la edad, cualquier hombre puede resultar ser un violentador. No es propio de una clase social ni de un nivel educativo: Todos pueden mostrar una cara amable al principio y después convertirse en agresores.



A seis años de vivir esa terrible situación, “Karla” reconoce que “Luis” la manipuló y ella creyó todas sus palabras porque aparentaba ser un buen hombre.



Hoy sabe por otras personas que él no cambió e incluso se comporta peor.

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