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El Imparcial / Hermosillo / Homicidio

"Ya probé todo en la calle"

Era de noche, tomaba alcohol con sus amigos en la calle; pero no recuerda exactamente qué pasó cuando llegaron los policías. Lo que sabe "Pablo" es que cuando despertó en el hospital con una herida de bala, pensó en buscar venganza.

Sabía que era un oficial quien lo había herido. Le tomó un tiempo ubicarlo, dice que ni siquiera se acuerda si hubo súplicas o intento de defensa: "Pablo", de 15 años y un historial de robos desde los 9, le dio al menos 17 navajazos, hasta matarlo.

"Ahí lo chin… Ahí lo piqué todo", dice "Pablo", arrastrando las palabras. Ahí, reconoce, el deseo de sacarse la espina que lo convirtió en asesino.

Lo que asegura no poder explicarse a sí mismo es por qué empezó a robar en tiendas con los amigos del barrio cuando tenía 9 años. Por qué necesitó después consumir drogas, por qué llegó a matar y por qué, después de pisar la cárcel en dos ocasiones, no puede cambiar su vida.

El asesinato lo cometió en el año 2000, precisamente cuando la violencia en México comenzaba a escalar, en parte, por el aumento de los grandes grupos delictivos en el País.

En 2008, el narcomenudeo no aparecía entre los registros de infracciones de jóvenes en Sonora, y para 2017 fue el segundo motivo más recurrente, sólo detrás de los robos.

"Pablo" no fue detenido por ello, sino por el delito más grave. En los últimos 10 años, 149 menores han sido judicializados por homicidio, de acuerdo con la Fiscalía General de Justicia del Estado.

Según cuenta "Pablo", con sus padres no había violencia ni uso de drogas, pero tanto él como sus cinco hermanos han estado en prisión en diferentes momentos.

Rodrigo García Contreras es juez especializado en justicia penal para adolescentes y considera que, además de la crianza, también hay relación con otras condiciones del entorno social.

"Las pandillas, vinculado con drogas, son un factor de riesgo, sobre todo si el muchacho no estudia. Son factores de riesgo grandes para que se conviertan en delincuentes", señala.

Para el secretario de Seguridad Pública en Sonora, Adolfo García Morales, una de las causas que explican la delincuencia es la violencia intrafamiliar. Y esta, a su vez, muchas veces tiene origen en las adicciones.

Menciona que cuando un niño empieza a consumir drogas a temprana edad, tiene más probabilidad de delinquir de a poco, "igual que las adicciones, hasta que se convierten en delincuentes graves".

Por el homicidio del policía, "Pablo" recibió una sentencia de dos años y medio de prisión en lo que ahora es el Centro Intermedio del Itama. En su encierro aprendió a hacer pulseras y cintos; tenía sus consultas con la sicóloga y, según dice, nunca tuvo problemas, hasta que salió.

Tenía 18 años y unos cuantos meses en libertad cuando sufrió un accidente en auto con su novia, luego volvió a robar para conseguir droga, hasta que fue detenido y condenado a 10 años de cárcel, ahora en el Cereso.

El sicoterapeuta Sergio Oliver Burruel trata con frecuencia a personas con algún tipo de adicción. Opina que la reincidencia delictiva, incluso con programas de readaptación, se da por la falta de supervisión y apoyo una vez que se cumple la sentencia.

"Al momento de salir, te vas a encontrar con la misma realidad: Que eres una persona más, que lo que tú pensabas que podrías lograr o hacer está difícil, que te encuentras con los mismos amigos, la familia desecha, quejas, necesidades. Y dices: ¿Qué sentido tiene la vida?"

"Pablo" tiene ahora 32 años, está en un centro de rehabilitación por segunda vez. Dice que no ha encontrado la manera de dejar las drogas, aun cuando sabe que éstas le hacen perder la conciencia y delinquir. Su punto de quiebre fue hace más de un año, cuando murió su mamá; ella, asegura, era quien estaba pendiente de él a pesar de sus caídas.

"Ya probé todo en la calle. Y ahora varios me han dicho que me ayude con la palabra de Dios, que le busque por ahí. No sé, la verdad".

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