"Sé que el niño por ahí anda, en otro cuerpecito"
Jonathan tenía 14 años, pero él ya había expresado su deseo de donar sus órganos si algo llegaba a pasarle; su padre cumplió su voluntad.

HERMOSILLO.- Sólo tenía 14 años, pero Jonathan siempre pensó en los demás. Primero en su familia y por eso trabajaba en lo que podía para ayudar con los gastos de la casa; después cuando la vida lo puso en una situación aún más complicada pidió que si algo le pasaba sus órganos fueran donados, así ayudaría a otros niños a estar bien.
A su papá, Pablo Martín Córdova Armenta, se le hace un nudo en la garganta al recordar a su hijo y lo mucho que le gustaban las quesadillas con frijoles, también cantar rap y asistir a los talleres de música que se imparten de manera gratuita en la invasión Guayacán donde vivía.
Lo tiene presente como un adolescente preocupado por los demás, por sus dos hermanas menores Alma y Fernanda, él veía las carencias de su hogar y salía a trabajar para regresar con algo de dinero para comprar comida.
"Coquin", como le decían de cariño, dejó la escuela primaria para ir a los bulevares, a las tiendas de abastos y a cualquier otro sitio donde pudiera trabajar, ya sea como mandadero, en la limpieza de vidrios o como malabarista.
"Trabajó en el mercado Francisco I. Madero, se salió de ahí porque le quedaba muy lejos, en veces iba a vender flores o hacer malabares a los bulevares, al Progreso, Luis Encinas, Bachoco", señala.
Jonathan se ganaba de 200 a 300 pesos al día, llegaba a su hogar y se los daba a sus hermanas Alma y Fernanda para que compraran alimento.
SU PRIMER ACCIDENTE
"Él decía que cuando falleciera quería hacer algo por los niños, que estuvieran bien, que se aliviaran, que si llegara a pasar eso que donara sus organitos, a mí me daba tristeza hacer eso", recuerda su papá.
Él como padre de familia no puede trabajar a causa de una enfermedad que espera pronto vencer y muchas veces trató de impedir que el niño fuera a los bulevares, pero al correr tras él se asfixiaba.
"Todo el tiempo andábamos juntos (la familia) para donde quiera, como no teníamos una parte fija donde vivir pues, dormíamos hasta en el monte con los niños", comenta.
El pasado 22 de agosto, relata, le hablaron para darle una mala noticia, un auto atropelló a Jonathan y en esta ocasión estaba muy grave. El médico declaró la muerte cerebral.
"Este golpe fue el que lo mató, el nuevo, el doctor me dijo, ‘fue el golpe este que recibió porque le deshizo la frente, lo golpeó muy fuerte’", indica el padre de familia.
El especialista médico le preguntó que si quería donar los órganos de Jonathan, entonces aquellas palabras que escuchó una y otra vez de su hijo regresaron a su mente.
Firmó la responsiva, ya sin una madre con quién compartir la decisión porque falleció en julio pasado, un mes antes que Jonathan.
"Fue por el bien de él, de todas maneras, con los órganos ¿qué iba a pasar?, se los iban a sacar y no los iba a utilizar nadie y así de perdida sé que el niño por ahí anda, en otro cuerpecito, pero ahí anda", expresa.
SIENTE QUE HIZO LO CORRECTO
Asegura que su hijo Jonathan sigue vivo en muchos de los niños que se beneficiaron con los órganos que donó el 26 de agosto pasado cuando fue desconectado de la máquina de respiración artificial.
"Por ese lado estoy feliz, pero pues perdí al niño, me siento triste, pero gracias a Dios él está con su mamá allá", dice.
ES DIFÍCIL
"Tengo que ver por estas dos niñas, de perdida que a ellas no les falte nada, como le digo, que vayan a la escuela, lo único que les pido es una chamarrita para ellas porque no tienen ropa", expresa.
Pero el hecho de que su hijo esté en otros niños lo alienta para seguir adelante y darle la educación que tanto anhelaba "Coquin" para sus hermanas.
Si usted desea ayudar con ropa y la construcción de una vivienda a esta familia puede hablar al teléfono 66 25 01 29 22 con Dulce, sobrina de Pablo Martín, o acudir a la dirección Villa Hidalgo # 7, entre Israel González y Cuarta.
La entidad está en el quinto lugar de donantes por muerte encefálica para órganos, aunque si se le ubica en la tasa está en el tercer lugar, de acuerdo con las cifras del Centro Estatal de Trasplantes.
Tan sólo durante 2018 en el Estado se realizaron 154 trasplantes de 74 donantes, en su mayoría de riñón; el detalle es que hay una lista de espera de alrededor de 310 sonorenses que buscan un riñón, 40 córnea y dos hígado.
Se estima que al año se realizan 65 trasplantes de riñón, por lo que una persona puede esperar hasta tres años por su donación.
El aumento en las enfermedades renales es el principal factor que ha incrementado la necesidad de buscar donantes, pues se calcula que en el País hay 120 mil personas con una enfermedad renal de los cuales 60 mil llevan hemodiálisis y de esos ya hay 15 mil que están en lista de espera para donación.
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