María del Carmen necesita apoyo para comer
Tiene más de 70 años y no cuenta con servicios de energía eléctrica ni agua potable.

HERMOSILLO, Sonora.- Sobre una hornilla en el interior de su casa, María del Carmen calienta la última cucharada de frijoles que le queda para comer; con eso se ha alimentado durante varios días, pues dice que comprar huevos y tortillas es un lujo.
En el interior de su vivienda, cuyas dos únicas paredes de adobe están por colapsar, se observan láminas y cobijas en los alrededores y al fondo, un pequeño cuadro delimitado con hule tiene una función: Ser un baño únicamente para lavarse el cuerpo.
María del Carmen Saavedra recuerda su nombre y que tiene más de 70 años, pero no sabe cuántos exactamente no tiene familiares, sólo la acompañan sus cuatro gatos y el "Palomo", un perro mestizo blanco que duerme bajo el tablón que le sirve de cama.
Sin luz ni agua potable la mujer de la tercera edad vive cada día en la incertidumbre de no poder costear comida, mucho menos los servicios, relató. "No tengo ni para comer, ¿con qué los voy a pagar?".
"Vivo sola, tengo mi perro, me lo regalaron porque me mataron a mi perrita, un hombre la agarró a patadas y la mató; yo nací en esta casa, no me acuerdo cuándo, mi mamá no pudo llegar al hospital y me tuvo ahí donde está la llave, en un cartón", narró.
COCINA EN HORNILLA
María del Carmen platicó que uno de los vecinos le regaló un cilindro de gas pequeño para que pudiera cocinar en una estufa vieja, pero tiene cómo comprar el combustible.
"Me hago comida en mi hornilla, me la acaban de hacer porque se me cayó la que tenía también me hicieron un bañito para bañarme, pero no hay taza", señaló.
Para comprar un kilo de frijol, vende algunas prendas de ropa que le han regalado, subrayó, pero también hace dibujos en pedazos de cartón que encuentra o le regalan, y los cambia por unos pesos.
"No tengo nada, como pueda veré qué hacer; una muchacha me dijo que me iba a juntar una ropita para que la venda, porque ahorita ya no tengo nada", añadió.
A pesar de vivir entre paredes de adobe, plástico, láminas de cartón y unas cuantas vigas de madera llenas de hollín, que crujen al sentir el movimiento, María del Carmen regala una sonrisa que deja ver los únicos tres dientes que le quedan a todo el que pase por fuera de su hogar.
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