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El Imparcial / Hermosillo / Iglesia Católica

Llama la iglesia en Cuaresma a practicar la caridad, el ayuno y la oración

El prelado dijo que recibir la ceniza es una señal de arrepentimiento y de conversión que expresa que los seres humanos son frágiles y que necesitan de Dios y de los demás.

HERMOSILLO, Sonora.- A practicar la caridad, el ayuno y la oración durante la Cuaresma que inicio este día con el sacramento de la imposición de ceniza a los fieles católicos, para acercarse a Dios, llamó el Arzobispo de Hermosillo, Ruy Rendón Leal.


Durante la celebración de la misa que marca el inicio de los cuarenta días de oración previo a la Semana Santa, el prelado dijo que recibir la ceniza es una señal de arrepentimiento y de conversión que expresa que los seres humanos son frágiles y que necesitan de Dios y de los demás.


“La experiencia dé cada uno de nosotros en relación con Dios, nos hace concluir que muchas veces nos apartamos del camino que Dios nos propone, y cuando con humildad y sencillez nos damos cuenta de esto, se da en nuestro corazón el arrepentimiento y el deseo de volver a Dios”, exclamó.


Durante la homilía celebrada en la Catedral Metropolitana de Hermosillo, dijo que la Cuaresma es un tiempo de reflexión y preparación personal y familiar para llegar a la Semana Santa con el corazón listo para celebrar la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.


“Yo les recomiendo que a lo largo de estas semanas de la Cuaresma tengamos en cuenta lo que el señor nos propone en el evangelio, son tres prácticas que nosotros sin duda, desde niños fuimos entendiendo”, afirmó.
La primera, dijo es la limosna, la caridad, compartir lo que se tiene con las personas que carecen de lo necesario para vivir.


La segunda práctica, expuso Rendón Leal, es la oración: “En este tiempo de pandemia cuánta falta nos hace la oración, porque cuando rezamos nos vemos confortados por el auxilio de Dios para pedir esa fuerza y seguir adelante en medio de esta situación difícil que el mundo está viviendo”.


Enfatizó que el ayuno es la tercera práctica que los católicos deben perseguir durante la Cuaresma.
“Es una práctica que incluso los mandamientos de la Iglesia nos proponen, que este sacrificio que hacemos del ayuno y la abstinencia nos ayuden a decirle a Dios: Señor, tú eres lo más importante de mi vida, no las cosas materiales, sino tú”.

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