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Historias de vida: Thomé, el último sastre en Hermosillo

Tiene casi seis décadas de ejercer este oficio

HERMOSILLO.- El trabajo de sastre se acabó porque sastres ya no hay, afirma José Ramón Medina Thomé, un sastre de la colonia Centro que relata cómo se ha transformado este oficio con el paso del tiempo.

Don Thomé tiene 76 años de edad, nació en Tepic, Nayarit, y se mudó a los 11 años a Hermosillo.

Este oficio, que ya muy pocos realizan, lo aprendió de sus tíos, quienes le enseñaron a coser y él por su cuenta buscó perfeccionar sus técnicas.

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Su papá era zapatero, aprendió de él a los 14 años, y señala que nunca le faltó para comer gracias al empleo de su papá. A pesar de aprender tan joven el oficio de zapatero, le gustó más coser y hacer trajes.

Describe cómo después de trabajar un tiempo con su padre, se mudó a Tijuana para aprender más sobre la sastrería. Luego se trasladó a Los Ángeles, California, donde trabajó de forma intermitente en una maquila y otros lugares, gracias a lo cual pudo adquirir más experiencia.

Al final cuenta que se estableció en Sonora en 1975. No me gustó cómo se trabaja en Los Ángeles, es muy bonito y pagan muy bien, pero no me gustó ese tema en el ritmo de trabajo, indica.

Se casó hace 21 años, y aunque no tuvo hijos biológicos, muestra el afecto que les tiene a sus hijastros. Ninguno aprendió el arte de ser sastre, pero una de ellas le ayuda frecuentemente con el negocio.

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SEIS DÉCADAS

A sus casi seis décadas de ejercer el oficio, recuerda el primer traje que confeccionó para un bautizo en 1965, a los 21 años.

En México no hay quién haga sastrería, relata. Luego recuerda que al salir de la primaria, iba a una sastrería para aprender.

Los jóvenes crecen diferente, pues señala que los niños ya no pueden aprender trabajando como su generación lo hizo. Sastres ya no va a haber y lo digo con toda seguridad.

Considera que el oficio se terminó con la llegada del Internet y con él páginas como Mercado Libre, donde por lo general se venden trajes que no están hechos a mano, están pegados.

También esto de la pandemia vino a acabar con todo el negocio, expresa, se acabaron las fiestas, el año pasado me cancelaron trajes para boda.

Menciona que entre mayo y junio era cuando más venta había, pues los estudiantes se graduaban de sus escuelas. Ahora hace composturas y así se logra mantener durante la contingencia.

"La ropa que yo hago, todo el material lo pido de México, precisamente por falta de sastres ya no venden tela, uno tiene que surtirse de otras partes para hacer el trabajo fino, expone.

A pesar de que puede tardar un día en confeccionar una pieza, el proceso de aprendizaje para hacer un traje es muy tardado y estima que deben de pasar cinco o seis años para aprender a hacer uno.

Con sus gastadas escuadras, un manual de corte y confección como recuerdo en un estante, una mesa alta, distintas máquinas de coser, telas finas, hilos y un dedal, don Thomé trabaja con gran orgullo en su taller.

Es un arte esto, todos los trajes los hago igual y a todos trato de darles un trabajo profesional, explica. Procuró siempre ser recto y limpio con su trabajo, tanto que mantiene una fiel confidencialidad con sus clientes.

En México el oficio perduró hasta ahora por tradición, es un orgullo para quienes lo emplean pues es considerado por todos ellos un arte.

La sastrería a pesar de todo sigue siendo buen negocio, señala con seguridad, de eso viví toda la vida.

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