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El Imparcial / Hermosillo / Maradona

Cuando 'D10S' bajó a Sonora

Hoy se conmemora un año de la visita de Diego Armando Maradona al estadio Héroe de Nacozari

HERMOSILLO, Sonora.- Fechas, sucesos, anécdotas... Constituyen el baúl de los recuerdos de una ciudad o un inmueble. 366 días después del 21 de abril de 2019, la visita de Diego Armando Maradona encabeza toda lista de efemérides de la capital sonorense.



Casi 35 años de existencia y el estadio Héroe de Nacozari jamás había tenido el privilegio de albergar una figura que representa tanto para el mundo como el ex astro argentino.



Dentro del rectángulo verde —que es lo que verdaderamente nos concierne—, pero también por sus incidentes extra cancha, el mítico “10” está a la altura de cualquier personaje de la historia moderna y la cultura pop. Todo el planeta sabe quién es y por qué se le reconoce tanto.



El futbolista que tocó el cielo ganando el Mundial de 1986 trataba de conseguir una milésima parte del éxito que logró en activo, sólo que ahora en la faceta de director técnico en un balompié en el que nadie se imaginó pudiera aterrizar. Muchos menos en el Ascenso.



Las playeras albicelestes en la tribuna rendían pleitesía a la presencia del considerado por muchos como mejor jugador que el planeta ha visto patear un balón. Esa exquisita zurda que se cansó de hacer goles se sentó en el banquillo rival.



Con evidentes problemas para caminar y con sus “guardaespaldas” alrededor, Maradona daba indicaciones a sus jugadores. Su atuendo deportivo —porque nunca fue de formalidades—, remembraba los tiempos cuando acarreaba el esférico y dejaba sembrados a sus rivales, como en ese memorable gol contra Inglaterra en el ‘86.



Noventa minutos de juego no bastaban para los más de 12 mil aficionados que formaron parte de la historia hermosillense ese día. No todos los partidos se recibe al “10”, ese mismo que se echó a los hombros a toda una selección en el escenario más importante del futbol.



El silbatazo final se hacía escuchar y la algarabía se reflejaba en el rostro del Diego: Su equipo avanzaba a semifinales por segundo torneo consecutivo. Estrechaba la mano derecha con su colega, y con la otra, la de “D10S”, le ofrecía una palmada en el hombro. Era la bendición futbolística que todo parroquiano desearía.



Celebrando la victoria, a paso lento, Maradona abandonaba la cancha del Héroe de Nacozari, esa con pista olímpica, que guardando sus respectivas proporciones, asemeja la del estadio San Paolo. Escenario donde protagonizó sus mejores años con el balón. A gambetas, goles y títulos, se ganó el respeto de la mafia italiana de Nápoles. La adulación de los capos, a cambio de hacer grande a un club.



La pequeña sala de prensa esperaba las declaraciones del astro argentino. Se podía sentir el nerviosismo y la ilusión de los colegas reporteros por tenerlo a escasos metros de distancia por —lo más probable— única vez en la vida.



Los micrófonos eran suyos. Maradona tomaba la palabra para expresar su sentir sobre el duelo de cuartos de final. Con 58 años de edad, sufre dificultades para hilvanar palabras, un problema que se acrecentará en los años próximos, aunque las ideas estaban claras en su cabeza; su equipo no jugó como lo planeó en la semana.



Más allá de presenciar de cerca la desgastada forma física del histórico futbolista, el día de todos los presentes terminaba con una anécdota que podría titularse: “Diego Armando Maradona bendijo a la ciudad de Hermosillo”.

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