Atestigua hermosillense tragedia en Líbano
Sebastián Loustaunau Molina hace un voluntariado en el país y vive en Beirut, la capital, donde el martes estallaron casi 3 mil toneladas de nitrato de amonio.

A unos 30 kilómetros de distancia, mientras viajaba por carretera, Sebastián pensó que el ruido lejano que había escuchado era ocasionado por un temblor. Pero conforme se acercaba más a su casa, en Beirut, se iba enterando de lo que sucedía realmente.
Fue muy claro el desastre que había: El caos, las personas, algunos lastimados con sangre, los negocios totalmente destruidos, personas auxiliando, ambulancias, las calles cerradas, movilización de militares”, narra, ya más tranquilo.
Sebastián Loustaunau Molina es un hermosillense de 23 años de edad. Cuando era niño, surgió su interés por ayudar a otros. En 2015 fundó su propia asociación altruista, “Algo por Alguien”, y en 2019 inició un voluntariado en el Líbano.
Durante el último año, colaboró con una organización no gubernamental que apoya a niños, niñas, adolescentes y mujeres que viven en el Líbano, refugiados de la guerra en Siria. Tenía pensado volver a México hace un mes, pero la pandemia de Covid retrasó sus planes.
PARECÍA UNA FICCIÓN
El pasado martes por la tarde, Sebastián se encontraba en Biblos, otra ciudad ubicada en la Costa del Mar Mediterráneo. Volvía a Beirut cuando escuchó a lo lejos la explosión, aunque no supo lo que era, hasta que abrió Twitter.
La explosión, causada según las autoridades por el estallido de dos mil 750 toneldas de nitrato de amonio, ha dejado hasta el momento 137 víctimas mortales y más de 5 mil heridos.
“Lo primero que se te viene a la mente, y tristemente por la situación que vive el país, en donde está situado, en el Medio Oriente, es que es un ataque, un bombardeo… Esto, yo creo, es lo último que necesitaba el Líbano, por la situación que había vivido todo este año”, dice el hermosillense.
Él vive en un departamento en el vecindario de Mar Mikhael, el mismo sector donde ocurrió la explosión. Por ello, no fue raro que conforme más cerca estaba de su casa las escenas se volvieran más dramáticas.
Asegura: “Todo lo que uno se puede imaginar en las películas, o lo que uno ve sólo en cosas ficticias, son cosas que están pasando y es algo que nos tocó vivir”.
LOS DÍAS DESPUÉS
Cuando Sebastián finalmente llegó a su departamento no encontró mayores daños que las cerraduras rotas, al igual que había ocurrido en las viviendas de sus vecinos. Después se enteraría de que algunos residentes de la zona fallecieron y otros resultaron lesionados.
Los dos días posteriores a la tragedia parecen sólo una continuación del 4 de agosto: Las unidades de emergencia van de un lado a otro, los restos de algunas construcciones siguen en las calles y aún no se sabe cómo ni por qué ocurrió todo.
Hay algo que sí ha cambiado, agrega Sebastián, y es la movilización de voluntarios, jóvenes en su mayoría, que se ocupan de limpiar las calles y de llevar comida a quienes se quedaron sin hogar: “El pueblo libanés está muy pilas, está muy unido y es de admirarse”.
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