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El Imparcial / Sonora / Marcela Fernández de Gándara

Su familia, un legado para siempre

El 24 de septiembre de 1972, Marcela Fernández Aguilar y Javier Gándara Magaña contrajeron matrimonio.

Su familia, un legado para siempre

A partir de entonces los uniría no solamente el amor, sino también el hecho de que compartían una misma visión: la de servir a los demás y ayudar siempre a los más necesitados: “Fue circunstancial: nos juntábamos los amigos en un ‘drive in’, y al estar ahí me acerqué a saludar a una prima mía que vivía enfrente de casa de Marcela, y me la presentó; derivado de nuestra conversación, mi prima me invitó a cenar.

“A los días, cuando llegué a su casa, ahí estaba Marcela también; me llamó mucho la atención su conversación muy interesante, yo diría que para esa época, un poco fuera de lo común; después de ese encuentro la invité a salir. Por supuesto, mi prima fue de chaperona, porque en ese entonces se usaban los chaperones; no le daban permiso de salir sola, nos seguimos viendo y así es como iniciamos”, recuerda su esposo.

“Salía un poco del esquema normal de las muchachas de ese entonces, tenía otro nivel de cultura, otro nivel de información; desde el principio, me llamó mucho la atención su conversación rara, aunque el atractivo físico también va ligado, pero había una gran concurrencia y coincidencia de valores y de cómo veíamos la vida”, continúa.

Así comenzaron a salir, primero por tres meses; él iba de visita en plan de pretendiente y ahí empezó a ver en ella cualidades que concordaban con la formación que recibió de sus tíos, con quienes vivió y creció.

“Yo soy huérfano de padre y crecí aquí en Hermosillo con unos tíos de apellido Laborín, personas de gran arraigo y sobre todo, con una gran concepción ética. Durante esos meses previos al noviazgo, entendí que era una persona con la que podía compartir mi vida, porque había una congruencia entre nuestros pensamientos, la forma de ver las cosas y el plan de vida a futuro”, dijo Javier.

Una unión para siempre

El 30 de noviembre, durante la celebración del cumpleaños de ella, le pidió que fuera su novia; aceptó y fueron entonces con otra pareja a cenar y a bailar.

“Comenzamos a salir en septiembre, en noviembre le pedí que fuera mi novia, en mayo le di el anillo, nos casamos en septiembre y vivimos 50 años muy felices”, aseveró su esposo.

“Nosotros siempre vimos que nuestro matrimonio era para siempre y ahí fijamos la fecha de nuestra boda, una boda preciosa; esa noche cada quien se fue a su casa y fue, por cierto, la vez que más me ha cuidado mi suegro, porque me estaba queriendo despedir de mi esposa y él no se me despegaba ahí enseguida”, rememora.

Lo cierto es que desde esa fecha, en septiembre de 1972, se volvieron inseparables. Juntos no solamente formaron una familia sólida, sino que además emprendieron un camino que rindió bastantes frutos en beneficio de su comunidad.

“Yo me críe en una familia muy austera, y Marcela, en una familia más holgada, entonces, ella siempre fue muy generosa; al principio de nuestro matrimonio, mi meta era ahorrar para prosperar y yo hasta cierto punto aprendí poco a poco de su generosidad. Aportó mucho en mi espíritu, en mi vida, en mi interior y en mi forma de ser, porque fue una mujer maravillosa; agradezco mucho todos esos reconocimientos que le hacen por ser una persona que vivió para servir a la sociedad; creo que mi esposa dejó una gran huella en la sociedad, pero también en nosotros como familia”, comentó.

Siempre impecable

Desde siempre, Marcela Fernández de Gándara prácticamente estiraba las horas del día para que le alcanzara para todo: para atender a su familia, no descuidar sus labores altruistas, ni tampoco su arreglo personal impecable.

“Todos los días me gusta estar peinada y arreglada para lo que se ofrezca y aunque no se ofrezca nada. Entonces me decía mi hija: ‘¿para qué te arreglas?’, para que cuando me lave las manos, me vea hermosa, pues sí”, relataba en alguna ocasión ella misma.

“Desde que nos casamos, siempre que llegaba yo a la casa estaba arregladísima, y me decía: “me arreglo nada más para que comamos juntos; te amo, te amo y tengo mucha ilusión por nuestros próximos 50 años”, dijo Javier Gándara.

Y sí, la enfermedad de ella no fue impedimento para celebrar sus bodas de oro, así como ella le gustaba: con toda la gran familia que formaron juntos.

Sus hijos y nietos

De esa unión, nacieron seis hijos: Javier, Germán, Luisa Alejandra, Ana Marcela, Gerardo y Adreana; cada uno tiene sus propios momentos especiales con su madre, pero todos coinciden en uno: les inculcó a todos su vocación de servicio.

“Hay una cosa que es muy valiosa, siempre consideré a Marcela una mujer muy inteligente con un sentido carismático, con ética y sobre todo leal; nosotros tuvimos muy buena comunicación porque estoy convencido de que es un punto muy importante. Para que haya buena comunicación en pareja debe haber también amor, yo creo que en nosotros prevaleció eso; estuvimos siempre muy de acuerdo en cómo orientar nuestra vida matrimonial y a nuestros hijos.

“Gracias a su inteligencia, embonamos muy bien en nuestros conceptos de vida y sobre todo en cómo llevar el plan para este camino juntos; por ejemplo, durante 15 años por razones de trabajo viajé mucho, y ella sostuvo muy bien a nuestros hijos”, explicó Javier Gándara Magaña.

Era tanta la entrega de Marcela hacia sus hijos que incluso una de las directoras del colegio un día la mandó llamar y le dijo que no era bueno lo que estaba haciendo con sus hijas al darles tanto, a lo que ella respondió: “son niñas sencillas, son niñas formadas, son niñas que respetan, reconocen la autoridad; yo no sé cómo les va a ir en la vida, no sé con quién se van a casar ni dónde van a vivir, ni lo que van hacer, y lo que yo estoy haciendo es crearles estas memorias y estos recuerdos felices para ellas”.

La labor continúa

A sus hijos les enseñaron juntos a amar su entorno y profesión; los varones tomaron las riendas de los negocios y aprendieron a trabajar desde muy jóvenes; las mujeres Luisa Alejandra, Ana Marcela y Adreana están profundamente involucradas en el apoyo social.

“El reflejo de Marcela vive en nuestras hijas, principalmente en su altruismo; y en los hombres, en el respaldo a sus familias y programas sociales; siempre nos sentimos muy orgullosos de ellos. El papel crucial de la mujer en la familia fue cumplido por Marcela con creces; mantuvimos un matrimonio sólido durante 50 años al disfrutar y formar a nuestros hijos”, expresó Javier

Poco a poco, la familia ha seguido creciendo. Actualmente, tienen una veintena de nietos: “Yo no tengo miedo de morirme y desaparecer; gracias a mis hijas y a mis hijos”, dijo Marcela un día; nada más cierto, su memoria permanece a través de su familia.

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