Invasión Colosio, un desafío que enfrenta Nogales
La invasión Luis Donaldo Colosio, la más grande de México, donde viven 27 mil familias asentadas entre el Sur y Poniente de Nogales, en condiciones de alta marginalidad en un terreno de 316 hectáreas, es prueba del crecimiento desordenado en esta frontera.
Federico Eduardo Hernández Mesinas, especialista en urbanismo, opina que el crecimiento de la población en Nogales ha sido desordenado, lo cual ha ocasionado un desequilibrio en la ciudad.
Ello, a su vez, se refleja en sectores como la invasión Colosio, agregó.
El problema es que los esfuerzos no son suficientes para los desafíos que requiere un asentamiento humano irregular tan grande, apunta Hernández Mesinas.
"Existe irregularidad en la tenencia de la tierra para uso urbano, insuficiencia de servicios públicos, viviendas con condiciones satisfactorias mínimas y por supuesto problemas de orden social", abunda.
En estos asentamientos hay problemas que las autoridades tienen que solucionar, subraya, como la escasez de servicios públicos y la degradación ambiental que provocan.
"Surgen problemas como la formación de pandillas y sirven como escondites a las bandas de delincuentes, robos, violencia de todo tipo, que se dan con frecuencia en estos lugares por la marginalidad en la que viven", puntualiza.
La mala planeación en las zonas irregulares, añade, conlleva a vialidades truncadas sin las dimensiones necesarias, y carecen de infraestructura tales como el agua potable, drenaje, electricidad entre otros servicios.
NECESIDADES
De acuerdo con algunos vecinos del sector, las necesidades básicas que tienen son el agua potable y drenaje para una mejor calidad de vida.
Delfina Taguada Flores, residente desde hace siete años de la calle Los Mayos en la invasión Colosio, indica que en épocas de lluvia sufren por las calles destrozadas, que empeoran aún más las difíciles condiciones de vida.
"La necesidad más grande que tenemos es la falta de agua potable, todos los días tenemos que comprar un tambo en 20 pesos a los repartidores en pipas, y pues no contamos con el servicio de drenaje", expresa.
Por la calle Apanecos la situación no es muy distinta, asegura María del Carmen García, quien con la necesidad no tienen más opción que adaptarse a los problemas.
"Lo peor son las calles destrozadas, no tenemos drenaje ni tampoco agua potable", señala, "en mi caso también carecemos de energía eléctrica, el calor lo soportamos porque no nos queda de otra y el frío también nomás con cobijas".
Jesús Manuel Campos Mendoza, residente de la calle Keresano desde hace 21 años, recuerda que cuando llegó a este asentamiento los problemas eran los mismos que hoy: Falta de drenaje y agua potable, las calles siempre en malas condiciones y los climas son extremos.
"En tiempo de frío mi familia se protege sólo con cobijas, en calor ya ponemos un abanico porque en el sector donde yo vivo ya desde hace años tenemos energía eléctrica", comenta.
YA NO ALCANZA LA FUERZA"
Cuando Luz Gaxiola y Francisco Herrera compraron su terreno, ya estaban construidas las paredes de cartón, y es poco lo que han podido modificar. En parte, por sus problemas de salud.
"Ya no alcanza la fuerza", dice Francisco, negando con su cabeza. Junto a él está la muleta en la que se apoya para caminar; hace dos años que se fracturó y desde entonces anda con sus rodillas lastimadas.
Desde hace un año, también, tiene un dolor en el estómago que no ha podido curar con ningún tratamiento.
En su juventud, él trabajó en los tractores y otras máquinas, de ello recibe una pensión de 2 mil pesos mensuales, mientras que su esposa tiene una pensión de mil pesos al mes, por un hijo que falleció. A veces, confiesan, el dinero no les alcanza.
Mientras Francisco permanece sentado para no hacer esfuerzo, es Luz quien muestra la casa.
Parece más entusiasmada cuando está en el patio y muestra su planta de maíz, de la que espera sacar una tonelada.Trabajar su tierra le hace feliz. Lo expresa cuando habla de las cinco plantas: "Se pusieron surtidas de ejotes. Comimos ejotes, comimos frijolitos, y les regalé a mis hijos y alcanzó".Como la mayoría de las viviendas de la invasión, la de ellos no tiene agua potable, tampoco drenaje ni luz eléctrica. Señalan que sí les gustaría tener los servicios, pero que viven a gusto con lo que tienen, sobre todo por estar juntos y cerca de sus hijos.
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