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Hugo perdió los brazos, pero no el ánimo ni las ganas de trabajar

Asegura que todo se puede, nomás es cuestión de querer.

Hugo perdió los brazos, pero no el ánimo ni las ganas de trabajar

HERMOSILLO, Sonora.- Entre el ir y venir de autos, Hugo Ariel Hernández Guzmán se gana el pan de cada día como franelero en el estacionamiento de Plaza Sahuaro, en Hermosillo. No tiene brazos, pero eso nunca ha sido un obstáculo para trabajar.

Con una mochila al pecho y un fuerte silbido, orienta a los conductores para estacionarse o salir con precaución de su cajón, donde recibe una cuota voluntaria.

Hace quince años, indicó que recibió una descarga eléctrica que lo dejó sin extremidades superiores. El golpe fue duro, pero no definitivo.

Fue muy feo perder mis brazos, siempre era de la gente que andaba chambeando. Entonces, de repente pasa el accidente y sí me dio para abajo. ¿Qué vas a hacer? Es la primera pregunta que se viene a la mente”, expresó.

Desde hace tres años Hugo Ariel Hernández se gana el sustento diario como franelero o “viene viene” en Plaza Sahuaro. FOTOS: JULIÁN ORTEGA

El accidente ocurrió mientras trabajaba en una empresa de anuncios gráficos, donde un aparato soltó una fuerte descarga que le entró por el brazo izquierdo y salió por el derecho, lo que provocó su amputación.

Inconsciente por el choque eléctrico, fue trasladado al Hospital General de Ciudad Obregón, donde permaneció internado un mes. Tras meses de terapias, Hugo volvió a Hermosillo decidido a no quedarse quieto.

Ni chance de entrar en depresión, tuve que salir adelante porque tengo seis hijos y necesitaban comer. Hacía de todo y no agarraba trabajo, porque en las empresas es muy raro que te contraten así. Y Dios vino y me puso hasta aquí”, explicó.

Sin oportunidades laborales formales, él se lo buscó. Desde hace tres años está establecido en Plaza Sahuaro, donde trabaja de lunes a sábado, de 10:00 a 13:00 horas.

Aunque no reveló cuánto gana, aseguró que le alcanza para cubrir los gastos del hogar. Vive en la colonia Los Olivos y se traslada en transporte público diariamente, sin importar la distancia. Los conductores que reciben su servicio le depositan el dinero en la mochila que lleva colgada al frente del pecho.

Su mensaje no es de queja, sino de empuje: “Si tienen manos, aprovéchenlas. Tienen todo. Eso de andar pidiendo en la calle a la gente, está muy canijo. Es más bonito ganarse las cosas.”

Hugo, de 43 años, no quiere que lo vean con lástima, sino como un ejemplo. Para él, la vida es corta y merece disfrutarse con agradecimiento y alegría.

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