Busca transmitir su don curativo
Con 28 años practicando una medicina que no tiene nombre, pero que ha sido efectiva en quienes la han recibido, Alfonso Valenzuela, de 54 años, es el heredero de un conocimiento curativo que busca transmitir.
Fue allá por 1986 cuando Alfonso conoció a su sanador y maestro, don Luciano Córdova, quien vivía en un poblado perteneciente a la comunidad de Mazocahui llamado La Aurora, donde su esposa tenía un café y a donde Alfonso, que trabajaba en la construcción de unas bodegas, llegaba diariamente a desayunar.
Fue en ese paradero frecuente cuando Alfonso comenzó a presenciar cómo don Luciano curaba gente con sólo tocarles, por lo que él mismo decidió probar su medicina.
“Mi salud estaba bastante deteriorada en aquel momento, y el señor me atendió. Yo me di cuenta en mí que lo que él hacía funcionaba, sólo que no sabía cómo nombrarlo”, relató.
“Entonces le pedí que me enseñara a hacerlo, y me enseñó”.
Don Luciano, quien falleció en el 2000, le contó en vida a Alfonso cómo fue que recibió “La Fuerza” (que le vino de las estrellas) con la que curaba y que transmitió a su discípulo.
“El 17 de abril de 1960 fue domingo de Resurrección; entre nueve y diez de la mañana de ese día, don Luciano estaba sentado en una piedra, que estaba ubicada a 14 kilómetros de Mazocahui, cuando le cayó un rayo de dos pulgadas de diámetro en la cabeza”, describió.
Al sobreponerse de esa descarga de energía eléctrica, dijo Alfonso Valenzuela, don Luciano fue facultado no sólo de un poder divino de sanación, sino de la capacidad de realizar actos paranormales como torcer el espacio-tiempo.
“La función de él era atender, ya que no lo llamaba ‘curar’ o ‘sanar’, sino ‘atender’… ¿atender qué? De todo”, indicó.
“Don Luciano decía: ‘Todo se enferma en este mundo, todo se cura en este mundo’”.
El procedimiento de “atender” consiste en tocar en ciertos puntos del cuerpo con la palma de la mano.
Sin embargo el practicante y ahora difusor de esta medicina mencionó que hay partes que no se pueden tocar, que se atiende lo natural y lo no natural.
“Don Luciano me dijo que el creador nos ha facultado a todos para hacer las cosas que él hacía. Le dije yo:
Señor, si todos movemos la mano como usted el planeta en un día se transformaría en un paraíso, y me dijo:
Esa es la intención.
Y Esa es mi función, platicarles a los demás sus enseñanzas”, manifestó.
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