El verano se nada en San Carlos
En esta temporada, el mar y la alberca se vuelven nuestros aliados.

Nadar en verano es mucho más que una actividad refrescante, es un ritual que despierta sonrisas, une generaciones y conecta con una parte esencial de nuestro ser. Y si hay un lugar donde este ritual alcanza su máxima expresión, es en San Carlos, Sonora, donde el desierto se encuentra con el mar y las montañas vigilan el horizonte mientras se nada o, incluso, se bucea.
Las playas de San Carlos tienen ese algo que atrapa: el azul profundo del Mar de Cortés, la arena que se calienta bajo el sol y el vaivén tranquilo de las olas que invitan a sumergirse una y otra vez.
Ahí, nadar es parte de la rutina, pero no es igual todos los días. Hay quienes lo hacen con goggles y brazadas contundentes, y hay quienes simplemente se dejan llevar, para que el agua los abrace.
El mar ofrece posibilidades infinitas: desde los niños que chapotean con risas imparables hasta quienes practican su nado libre, cada uno encuentra su ritmo. Hay quienes se internan con calma para observar la vida marina y otros que se lanzan con entusiasmo sólo para sentir la sal en la piel y el sol en el rostro.
Siempre sin prisa
Las mañanas en San Carlos son ideales para nadar tranquilo. El agua aún conserva la frescura de la noche y el cielo suele teñirse de tonos suaves, como si todo el paisaje te diera la bienvenida.
Al mediodía, el calor invita a zambullirse con energía renovada; no hay mejor plan que salir corriendo de la toalla directo al mar para sentir cómo el cuerpo se reencuentra con su elemento. Y al atardecer, con la luz dorada reflejándose en la superficie, nadar se convierte en una experiencia casi espiritual.
Y las piscinas
Pero no todo ocurre en la playa. Las albercas también forman parte del verano sonorense. Refugios de agua clara y fresca, perfectos para esos días en los que el sol no da tregua o para las tardes en que se antoja nadar con calma, sin olas, sin sal.
Nadar en una piscina es disfrutar del juego simple: flotar boca arriba, hacer competencias de clavados, enseñar a los más pequeños a dar sus primeras brazadas.
Sea en el mar o en una alberca, el nado es una celebración. San Carlos, con su belleza natural y su ambiente relajado, lo sabe bien. Ahí, la gente nada con alegría, con soltura, con esa complicidad que solo se encuentra cuando el agua se convierte en aliada.
Dicho lo anterior, el verano aún tiene mucho por ofrecer, y las aguas de San Carlos saladas o dulces siguen esperando a quienes quieran reír, moverse, relajarse o simplemente flotar mirando al cielo.
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