Juan Tonelli

Siempre admiré a los que entran a un lugar y cambian la temperatura emocional sin esfuerzo

Nadie nos lo enseñó directamente, pero crecemos rodeados de historias que romantizan lo que nos lastima.

Todos hemos tenido la sensación de que nos ocultaban una verdad que aún no tenía forma, pero que ya tenía olor.

El maltrato más eficaz no necesita gritos. Sólo necesita que te convenzas de que no hay vida más allá de él.

¿Cuántas veces buscamos ahí afuera lo que no está adentro?

A veces me pregunto quién manda adentro mío. ¿Quién es el que da las órdenes y quién es el que las cumple?

Cuántas veces creemos que si logramos que nos miren, nos van a querer.

El miedo, bien comprendido, no es el enemigo: Es la señal de que algo importante está en juego.

Hay un instante en la vida en que todo se reduce a un golpe seco, como un cross de derecha que te sacude la certeza: “¿Vas a ser lo que eres o vas a quedarte mirando desde la ventana?”.

Cuántas veces, en la vida cotidiana, confundimos velocidad con eficacia o con profundidad. Vivimos acelerados, como si corriendo fuéramos a garantizar el resultado.

Hay historias que parecen inventadas por un guionista con demasiado ingenio, pero son ciertas.

Crecimos creyendo que equivocarse es algo vergonzoso, casi un delito.

Esta es la historia de una niña de apenas 4 años a la que le regalan un violín y la posibilidad de aprender a ejecutarlo.

¿Qué haces frente a algo que no tiene arreglo?

La cultura suele empujarnos a ser conservadores, a abrazar lo seguro, incluso cuando lo seguro ya no nos hace bien.