Juan Tonelli

Hay un instante en la vida en que todo se reduce a un golpe seco, como un cross de derecha que te sacude la certeza: “¿Vas a ser lo que eres o vas a quedarte mirando desde la ventana?”.

Cuántas veces, en la vida cotidiana, confundimos velocidad con eficacia o con profundidad. Vivimos acelerados, como si corriendo fuéramos a garantizar el resultado.

Hay historias que parecen inventadas por un guionista con demasiado ingenio, pero son ciertas.

Crecimos creyendo que equivocarse es algo vergonzoso, casi un delito.

Esta es la historia de una niña de apenas 4 años a la que le regalan un violín y la posibilidad de aprender a ejecutarlo.

¿Qué haces frente a algo que no tiene arreglo?

La cultura suele empujarnos a ser conservadores, a abrazar lo seguro, incluso cuando lo seguro ya no nos hace bien.

¿Sirve preguntárselo, o es una forma de torturarnos con lo irremediable?

Dar más de lo que tenemos puede sonar a nobleza, a entrega, a amor puro. Pero muchas veces es apenas otra forma de autodestrucción.

Nelson Mandela decía que el coraje no es la ausencia de miedo, sino la capacidad de seguir adelante a pesar de él.

La herida se fue en pocos días, pero la sensación de que me habían traicionado, no. Es sentimiento permaneció casi 40 años.

¿Qué hacemos con esa parte de nosotros que no mostramos? ¿Qué valor tiene ese “yo” sin testigos? ¿Es el más libre, el más frágil, el más salvaje o simplemente el más escondido?

La infidelidad toca fibras primarias: La herida narcisista, la humillación, el miedo al abandono. Y duele. Duele profundo.

Dos problemas tiene la vida: No conseguir lo que queremos y conseguir lo que queremos.

¿Y cuántas veces nos pasa eso? Dejar lo bueno por buscar lo extraordinario. Confundir el tedio con la falta de amor.