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Entre banderas y sacrificios: vendedores patrios

Septiembre se llena de color, patriotismo y tradición gracias a los comerciantes que recorren el país, llevando alegría a niños y adultos que celebran el Día de la Independencia de México.

Entre banderas y sacrificios: vendedores patrios

Mexicali, Baja California.- Bajo un sol que no da tregua y con un carrito cargado de banderas, adornos tricolores y bigotes de fieltro, Estiben Domínguez recorre las calles de Mexicali, desde el amanecer y hasta entrada la noche, ofrece los artículos que simbolizan la Independencia de México a quienes se preparan para adornar autos, casas y negocios.

Su rutina, aunque temporal, es intensa, “Empezamos desde el primero de septiembre, llegamos en la tarde, acomodamos y al día siguiente ya estamos vendiendo”, explica.

Como él, decenas de vendedores llegan cada año desde distintos rincones del país, para muchos, no es solo un trabajo, es una tradición familiar. “Hasta mi tío y mis primos venían antes, ya tiene años esto”, cuenta.

Foto: Juan Antonio Hernández.

Un oficio que sigue el calendario patrio

El comercio ambulante que practica Estiben no termina en septiembre, es un trabajo de calendario. En noviembre venden flores de cempasúchil y adornos para Día de Muertos, en diciembre, arbolitos, coronas y figuras navideñas, “Le hacemos a todo, cuando no es temporada, salimos a vender lo que caiga, plantas o cualquier cosa”, relata.

Foto: Juan Antonio Hernández.

Mexicali se convierte en un punto estratégico al ser frontera, los vendedores encuentran clientela que paga tanto en pesos como en dólares. Sin embargo, esa ventaja también tiene riesgos.

Estiben recuerda el caso de un compañero que recibió un billete falso de cien dólares, “Antes no aceptamos dólares porque no sabíamos distinguirlos, ahora ya más o menos, pero sigue siendo un riesgo”, dice.

Foto: Juan Antonio Hernández.

El calor un enemigo constante

Estiben viene de Toluca, tierra fría donde las sudaderas son parte del día a día. El cambio climático al desierto cachanilla fue brutal. “Aquí solo es calor, aunque quieras andar en camiseta, terminas bien quemado”, confiesa.

El clima no es solo incómodo, es peligroso. “Algunos compañeros que vienen por primera vez se deshidratan, hace dos años se nos murieron dos o tres, no aguantaron el calor y a otros hubo que ponerles suero”. Para él, la experiencia ha sido una escuela de supervivencia, lleva consigo un termo lleno de agua para la jornada.

A las seis de la mañana ya está de pie, y a esa hora los vendedores empiezan a instalarse en esquinas estratégicas. “Aunque trae llantitas, el carrito pesa mucho, son cuatro cuadras las que tengo que recorrer para llegar a vender”, cuenta.

Foto: Juan Antonio Hernández.

Precios para todos los bolsillos

Los clientes buscan desde adornos sencillos hasta banderas monumentales. “Traigo cosas desde 30 pesos, como los chuponcitos con banderita que se ponen en los carros, hasta banderas de tres metros en 550 pesos”, explica.

Estiben reconoce que las ganancias no son grandes, “Aunque solo le ganes 10 o 20 pesos, ya es algo, es mejor eso que no ganar nada”.

El regateo es parte de la jornada, a veces los precios bajan para cerrar la venta y aligerar el peso del carrito.

Foto: Juan Antonio Hernández.

Entre tradición y sustento

Para muchos mexicalenses, estos vendedores forman parte del paisaje de septiembre, hay quienes regresan año con año a comprarles, recordándolos por su trato y por la mercancía.

Para el cliente que le gusta festejar México, no importa el precio, siempre busca la bandera más grande y la más bonita”, comenta Estiben.

Pero para él, más que tradición, es necesidad, con esposa, dos hijos, hermanos, sobrinos y su madre esperando en Toluca, lo que gana en estas semanas significa un respiro en la economía familiar.

“Uno ya no piensa si uno está bien vestido o no, lo importante es que los niños tengan ropa y zapatos, por eso venimos, para mandarles lo que necesitan”, dijo.

Foto: Juan Antonio Hernández.

El valor del trabajo honesto

Domínguez reconoce que en México siempre hay tentaciones para obtener dinero fácil, “Claro que hay otras formas, hay quienes se meten en la maña, pero en eso ya no regresas, yo he tenido amigos que aceptaron y no volvieron, solo les avisaron a sus familias que fueran a reconocer el cuerpo”, dice con seriedad.

En contraste, aunque agotador, este trabajo le da dignidad, “A veces estás en el sol todo el día, pero sabes que vas a regresar, prefiero esto, porque es trabajo honesto, ya sea vendiendo banderas, periódicos o fruta, sabes que vas a volver con la frente en alto”, comentó.

Foto: Juan Antonio Hernández.

Una presencia indispensable

Para los festejos patrios en Mexicali, los vendedores como Estiben se han convertido en parte esencial de la celebración, sus carritos cargados de colores, su esfuerzo bajo el sol y su persistencia en mantener viva una tradición forman parte del paisaje urbano que antecede al grito de Independencia.

Si nosotros no viniéramos, creo que sí se sentiría la diferencia, porque al final, más allá de la venta, le damos vida al mes patrio”, dijo reflexionando Domínguez.

Y mientras las banderas ondean en autos, casas y negocios, en cada tela tricolor también se esconde el sacrificio de quienes, como Estiben Domínguez, han encontrado en la venta ambulante un modo honesto de sobrevivir.

Desde el “Edomex” hasta Mexicali: la tradición de las ventas patrias

Es la llegada de septiembre, las calles de Mexicali comienzan a llenarse de color y tradición. Y entre los puestos que ofrecen desde banderas hasta trajes típicos para niños, se encuentra el de Pablo Rubio Librado, un comerciante originario del Estado de México que, desde hace cuatro años, ha hecho de esta ciudad su destino para la venta de artículos patrios.

Llegamos a finales de agosto y vendemos del primero al 15, ya el 16 nos regresamos”, cuenta Pablo desde su puesto ubicado en la esquina de avenida Zaragoza y calle I, donde atiende diariamente de nueve de la mañana a nueve de la noche.

Aunque no es cachanilla de nacimiento, ya se siente parte de la ciudad durante esta temporada.

Hay años buenos y otros más calmados, como cualquier negocio”, dice.

Aun así, hay algo que lo motiva a regresar cada septiembre: sus clientes. “Ya tengo como diez personas que vienen cada año, desde que empecé a venir. Se acuerdan de mí y yo de ellos. Ya es tradición”.

Foto: Juan Antonio Hernández.

Lo que más se vende... y lo que más se siente

Entre los productos más solicitados están las banderitas, regletas, trajes típicos, corbatines y todo tipo de accesorios escolares para los festejos patrios. Los precios varían: una bandera puede costar desde 35 pesos hasta 1 mil 200 pesos, dependiendo del tamaño. Los trajecitos para niños van de 280 pesos a 480 pesos.

Las ventas altas son a partir del día 10, cuando ya se acercan los festivales escolares y la gente empieza a buscar qué ponerse o qué llevar para los niños”, explica Pablo.

Aunque en cada estado se vive diferente el fervor patrio, Pablo ha notado que en Mexicali la celebración es igual de importante, solo cambia el estilo.

“Allá en el Estado de México ves carros con banderas enormes en los cofres o las ventanas. Aquí la gente prefiere cosas más pequeñas, como una banderita para la ventanilla o el escritorio. Pero el orgullo es el mismo”.

Foto: Juan Antonio Hernández.

Orgullo discreto o a todo color

“Algunos sí, otros no tanto... Hay quienes prefieren algo discreto, otros quieren una bandera grande para que se note. Pero todos, de alguna forma, se sienten parte de la historia”, reflexionó Pablo, cuando se le pregunta si cree que portar una bandera tiene que ver con el orgullo nacional.

Y así, año con año, Pablo Rubio no solo vende banderas. Vende tradición, vende identidad, vende recuerdos. En cada venta, en cada cliente que regresa, se confirma que las tradiciones siguen vivas, incluso cuando son de otro estado.

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