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Respirar lo más hondo posible

Como empresario y presidente del Patronato de la Cruz Roja de Mexicali, Francisco Fiorentini ha sabido del drama de quienes combaten el covid, pero recientemente, él y su familia se convirtieron también en víctimas de este virus.

Respirar lo más hondo posible

[ En Primera Persona: Testimonios de la Pandemia ]

Soy presidente de Cruz Roja Mexicali por lo que he podido ser testigo del trabajo que se hace en la primera línea de batalla; he visto la angustia en el rostro de los compañeros paramédicos al ponerse el traje antes de realizar un servicio; he también sido testigo de su dolor al atender “un pase de lista” de compañeros que han fallecido producto del Covid; todas, todas las instituciones públicas y privadas que atienden temas de salud tenemos a nuestros muertos que se han acumulado de marzo a la fecha; por eso cuando uno escucha a un estúpido minimizar el problema de la pandemia se tiene que tragar dos cosas: su orgullo y la certeza de que los muertos se seguirán acumulando por nuestra desidia.

El día 29 de noviembre me sentí mal, un dolor de cabeza y un malestar generalizado que se hizo acompañar de un cansancio, raro, pesado, diferente, me hicieron tomar la iniciativa y tomarme la temperatura; el termómetro marcó 38 grados, algo no andaba bien, y decidí, sin mediar más tiempo procurar una cita médica.

Era domingo y tuve la suerte de poder conseguir una en un hospital particular, agradecido con la vida y pensativo respecto a los miles que no tienen la posibilidad que yo tuve me presenté en el Hospital Almater en punto de las cinco de la tarde; me recibió la doctora Ortega, a quien si me encuentro algún día seguramente no reconoceré; me impresionó su aspecto plastificado, su andar cansino dentro de un traje que debe de ser el peor infierno posible, no sólo por los temores de un probable contagio, sino literal en los difíciles meses de verano que sofocan a nuestra ciudad.

La doctora fue cruelmente pulcra en su diagnóstico, la confirmación vía el examen PCR sería sólo un trámite para darle formalidad a su valoración: Covid 19. El tratamiento tenía que iniciar ese mismo día, poco importaba que el examen realizado estuviera listo al día siguiente.

El domingo por la noche hablé con mi esposa y con mis hijos, fui a mi oficina por mi computadora personal y por la chequera para girar instrucciones para el día siguiente; nunca tuve el miedo de pensar qué pasaría, el diagnostico era uno y muy claro, lo demás dependía del médico, del tratamiento y de la capacidad de mi cuerpo para dar batalla.

Mi sentimiento de agradecimiento por poder tener la bendita suerte de un médico particular, de medicamentos a tiempo sin importar su costo, provocaron en mi la tranquilidad que la inmensa mayoría no tiene: es una pinche realidad, los mexicanos mueren en mucho mayor número en los hospitales públicos, su relación es dolorosamente grande en relación al número de pacientes que ingresa en un hospital particular, nuestro sistema de salud, criminalmente colapsado por la desaparición del Seguro Popular ha sido responsable del mayor número de muertos en un año durante el último siglo; la negligencia del Gobierno Federal es mayúscula, en cualquier país con un gobierno y ciudadanos con mayor dignidad López Gatell no estaría más en su posición.

A los dos días después de mi diagnóstico tuve la fortuna de ser atendido por un médico joven, bien preparado y enormemente familiarizado con la enfermedad, José Luis Navarro. Para el miércoles 2 de diciembre todos en casa ya habían sido contagiados. Del miércoles 25 al domingo 29 de noviembre contagié a 14 personas, este es el gran peligro de esta gripa que mata a tantos de tan diversas maneras.

El doctor Navarro me explicó que lo difícil se presenta después del séptimo día, es cuando el cuerpo corre el riesgo de inflamarse y con ello presentarse complicaciones; yo tuve una ligera neumonía que me molestó el día 11; recuerdo claramente mi despertar del día siguiente, desperté exhalando hondo, sin molestia alguna, supe que ya nada más pasaría, la sensación de alivio fue un bálsamo que acarició mi ánimo al saber que lo demás serían solo algunos días más de reposo.

Nunca tuve miedo, no, no soy ni valiente ni hablador, pero de nada sirve tenerlo cuando la cura no depende de uno, sino de la forma en la que el medicamente correcto haga su trabajo; mis preocupaciones fueron en dos temas torales: no estar preparado en un tema familiar para un desenlace complicado, si este se llegaba a presentar, chequeras, facturas, escrituras, testamento y todo lo que ello conlleva, y el atestiguar como los médicos están cansados, exhaustos y desmotivados.

Medir el nivel de oxigenación se convierte en un ritual obligado, respirar la más hondo posible es una obsesión. Mi convalecencia fue bastante ligera, los primeros días el cansancio fue el común denominador, nunca tuve dolor de cabeza y la tos fue tan esporádica que no representó molestia alguna.

Su esposa e hijos presentaron síntomas más leves por el virus, dice.

El encierro obligado es un gran oportunidad; la soledad bien entendida es una gran compañera; nada ayuda no cooperar cuando de un día para otro se tiene la necesidad de llevar una cuarentena; lo que más me ayudo fue saber entender mi rol como enfermo, atestiguar que mis hijos casi no tuvieron síntomas y ver que Ale nunca presentó un cuadro grave; es cierto, miles han muerto; ni el País ni nuestro Estado estaban preparados para la emergencia, por supuesto que el personal médico han hecho un esfuerzo titánico en Tijuana y Mexicali.

Algunas empresas juntamos importantes cantidades de dinero para hacerle frente a los requerimientos mínimos necesarios para que el personal médico tuviera el mínimo de protección; del Gobierno del Estado no hemos ni siquiera recibido palabras de aliento; no han hecho falta, lo que es una pena es atestiguar a políticos irresponsables que en vez de procurar que las familias de nuestro personal médico cuenten con algún seguro de vida para sus hijos, en caso de su defunción, tenemos regidores pensando en cómo acrecentar más su partida de apoyo social o alcaldes buscando ser candidatos a gobernador ante la crisis más grande de la que se tenga memoria.

Nuestros políticos, esos que tanto nos deben, deberían de estar pensando en no renunciar a su obligación para con nuestra gente en vez seguir pensando en su beneficio. Esa es otra pandemia, políticos oportunistas, que también le ha costado mucho a nuestro estado.

Me aterra pensar en lo que viene, enero seguramente será el mes con más muertos en la historia de nuestro estado, esta vez nada tendrá que ver la delincuencia organizada; tendrá que ver con nuestro valemadrismo de no quedarnos en casa y comprender que un respiro a favor nuestro es el mejor alivio para los integrantes del sector salud que poco más pueden hacer. De nosotros, en los casos que sea posible, depende que ellos tengan esa oportunidad. Afuera hay gente que por necesidad económica no pueden parar, la premisa es estúpidamente sencilla, si no se trabaja no hay pan que llevar a casa; nuestra obligación es aliviar lo mayormente posible el sistema de salud, si los médicos colapsan, no habrá nadie más que pueda dar la batalla.

El Covid ha matado a mucha gente, muchos han llegado tarde para ser atendidos, el cuerpo se inflama
y el peligro es mucho, pero también es cierto que si se atiende a tiempo y con el mayor seguimiento la inmensa mayoría volverá pronto a abrazar a los suyos.

Hagamos lo necesario para que este tiempo, el de los abrazos, llegue lo antes posible, hoy, hoy a todos nos toca poner algo de nuestra parte.

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