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Una mejor vida es Imposible

Una mejor vida es Imposible

Actualmente, el Centro de Atención al Niño Autista de Mexicali (Canam), atiende a unos 80 casos, algunos de manera individual, otros en grupo, unos en lenguaje, otros en aprendizaje, algunos en inclusión escolar y unos más en intervención temprana.



El tratamiento temprano ha podido integrar a jóvenes con autismo en algunos espacios laborales, incluso en la Universidad, aunque la sociedad en general aún no tiene los espacios y la información suficiente para comprender los casos de autismo, e incluirlos en su mundo cotidiano “Vamos adelante, definitivamente, pero falta aún mucho más”, expresa la directora de Canam.



Ahora ya es más fácil integrarlos al Jardín de Niños, aunque en primarias y secundarias es necesario un avance en capacitación a maestros y ajustes en programas curriculares.



En el ámbito laboral, explicó, es necesario que se proteja su derecho al trabajo.



“Unos son muy buenos en matemáticas, otros tienen capacidad de concentrarse en una actividad en específico, así que son buenos para muchos trabajos”.



LO QUE FALTA


Su rostro refleja un temple que los ha mantenido juntos por ya casi 13 años. Gabriel y Keysi ahora tienen un tercer hijo, Jesús, de 5 años. Juan tiene 12 y Gabriela tiene 10 años de edad.



Ambos asisten a Canam desde que tenían 5 años. Saben que dependerán de ellos aún de adultos, pero han decidido afrontar el reto y dar la pelea por sus hijos.



“Sí se puede, siempre hay una forma de vivir y de sacarlos adelante”, dice Keysi. Por años se enfrentaron incluso a la falta de espacios en escuelas públicas y particulares, donde encontraron a maestros sin capacitación ni tolerancia para manejar el tipo de atención que requerían sus hijos.



De la sociedad, dice, se requiere más respeto, tolerancia y sensibilidad. “No es fácil, los vecinos pensaban que le pegábamos a mi hija por los berrinches que hacía, ahora ya saben qué es lo que pasa, pero al principio pensaban que la maltratábamos”, comenta.



Además de ser blanco de burlas, sus hijos enfrentan la sobrevivencia del día a día. El tratamiento adecuado ha permitido que Gabriela poco a poco se deje de lesionar a sí misma, y que Juan ya pueda hasta cocinar por su cuenta.



Como familia, la familia de un boxeador, han aceptado el reto, y en vez de autocompadecerse, han decidido salir adelante y buscar cómo brindar a sus hijos una mejor calidad de vida.


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