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Monjas ucranianas reciben en su convento a familias desplazadas por la invasión rusa

El monasterio se ha transformado en un patio de recreo para los niños y un lugar de alivio para los adultos. Hay una capilla improvisaba en el refugio antibombas para correr ahí cuando estallan los ataques aéreos.

Monjas ucranianas reciben en su convento a familias desplazadas por la invasión rusa

UCRANIA.- Las Congregación Católica Griega de las Hermanas de la Sagrada Familia se encuentra a 100 kilómetros de Lviv y hoy es refugio de unas 40 personas ucranianas que han huido de las fuerzas rusas.

Antes de la guerra, las 17 monjas vivían tranquilamente en su monasterio de Hoshiv, cumpliendo sus tareas religioso, el trabajo de caridad y el cultivo de hongos. La hermana Dominica señaló:

Todas nuestras oraciones ahora se centran en la paz en Ucrania, por nuestros soldados, por las personas inocentes que murieron, que fueron asesinadas.

El convento, que fue construido después de la independencia de Ucrania a principios de 1990, simboliza resistencia. El monasterio anterior en el pueblo había sido cerrado por las autoridades comunistas mientras el área era parte de la Unión Soviética, y las monjas fueron enviadas a Siberia.

Un patio de recreo para los niños y un lugar de alivio para los adultos

El monasterio se ha transformado en un patio de recreo para los niños y un lugar de alivio para los adultos. Hay una capilla improvisaba en el refugio antibombas para correr ahí cuando estallan los ataques aéreos. Sin embargo, las monjas aseguran que los niños juegan con alegría también en el refugio.

El sonido del canto de los pájaros y el susurro de las oraciones son un alivio para Ryma Stryzhko, de 59 años, que huyó de Kharkiv, quien recordó:

Parecía que los aviones volaban en medio de la casa. Y se podía escuchar el sonido de los bombardeos.

A menudo tenía que esconderse detrás de los coches cuando iba a comprar pan o medicinas.

Mientras las familias parten el pan en el comedor, las monjas cenan separadamente en la biblioteca, en una mesa larga bajo un cuadro de la Última Cena. Entre ellos se encuentra la hermana Josefa, de 44 años, que fue evacuada de un monasterio de Kiev el primer día de la guerra.


“Es difícil dejar el lugar donde vivías”, dijo. “Aunque puedo vivir aquí... mi corazón está allí. Y estoy esperando para volver.”

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