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Cuando cierra una empresa sostiene a todo un pueblo: la planta de Tyson en Lexington, Nebraska, expone el impacto real de perder 3,200 empleos y la fragilidad económica de las comunidades industriales

Una planta que sostuvo por décadas a una comunidad migrante cierra sus puertas, deja miles de empleos en riesgo y obliga a familias enteras a replantear su vida, su educación y su permanencia en el pueblo

ESTADOS UNIDOS — La salida de Tyson, una empresa multinacional de alimentos, podría obligar a cientos de familias a abandonar el pueblo de 11,000 habitantes en busca de trabajo en Omaha, Iowa, Kansas u otros estados, lo que generaría despidos en cadena en restaurantes, barberías, supermercados, tiendas de conveniencia y negocios ambulantes, de acuerdo con Univisión.

Perder 3,000 empleos en una ciudad de entre 10,000 y 12,000 personas es uno de los cierres más grandes que hemos visto prácticamente en décadas”, señaló Michael Hicks, director del Centro de Investigación Empresarial y Económica de la Universidad Ball State. Agregó que será “casi el ejemplo emblemático de tiempos difíciles”.

Un informe de la Universidad de Nebraska en Lincoln estima que la pérdida total de empleos alcanzará los 7,000, principalmente en Lexington y condados cercanos. Solo los trabajadores de Tyson dejarán de percibir alrededor de 241 millones de dólares anuales en salarios y beneficios.

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La decisión de Tyson y sus razones

La empresa explicó que el cierre responde a un proceso de “redimensionamiento” de su negocio de carne de res, tras la reducción histórica del hato ganadero en Estados Unidos y una pérdida proyectada de 600 millones de dólares en el próximo año fiscal.

Sin embargo, para la comunidad, la decisión amenaza la estabilidad de un lugar donde el llamado sueño estadounidense parecía alcanzable para personas migrantes que lograron comprar vivienda, criar a sus hijos y enviarlos a la universidad.

Una planta que marcó la identidad de Lexington

Ubicada cerca del centro geográfico de EEUU, Lexington, conocida como “Lex”, creció al ritmo de la planta, que abrió en 1990 y fue adquirida por Tyson once años después, de acuerdo con Univisión.

La llegada de trabajadores duplicó la población en una década. El pueblo se transformó con nuevos barrios, un centro diverso y una convivencia multicultural visible en comercios, iglesias y escuelas. Dentro de la planta, donde se procesan hasta 5,000 reses al día, el ambiente actual se siente “como un funeral”. “Tyson era nuestra patria”, expresó Arab Adan, inmigrante keniano y padre de familia. Sus hijos le hicieron una pregunta que aún no puede responder: “¿A qué estado nos vamos a ir, papá?”.

Escuelas, comercios y comunidad en riesgo

Casi la mitad del alumnado del distrito escolar tiene al menos un padre empleado por Tyson. A pesar de hablar más de 20 idiomas, el distrito mantiene tasas de graduación y acceso universitario superiores al promedio nacional.

Tras la misa, los feligreses donaron dinero a un fondo de apoyo para familias afectadas, aun sabiendo que también se quedarán sin empleo.

Es más el hogar que el trabajo”, dijo Francisco Antonio, padre de cuatro hijos. “Necesitamos otra oportunidad, otro empleo, aquí en Lex”, añadió. “Si no, Lex va a desaparecer”.

El efecto dominó económico

El economista Michael Hicks advirtió que si 1,000 familias se marchan, o incluso el doble, se perderán alumnos, maestros y clientes para negocios locales.

En el restaurante Los Jalapeños, a pocas cuadras de la planta, la mayoría de los clientes son trabajadores de Tyson.

Tyson informó que evalúa cómo reutilizar la instalación, sin detallar planes ni apoyos comunitarios.

Empezar de nuevo

En el recinto ferial del condado de Dawson, agencias estatales ofrecieron apoyo para reentrenamiento laboral, elaboración de currículums y solicitudes de desempleo.

Muchos trabajadores no hablan inglés, no terminaron la secundaria y no han buscado empleo en décadas.

Solo sabemos trabajar en la carne para Tyson, no tenemos otra experiencia”, dijo Adan.

Ahora solo quieren gente joven”, comentó Juventino Castro, con 25 años en la planta. “No sé qué va a pasar en el tiempo que me queda”.

Empezamos aquí desde cero y ahora toca empezar de cero otra vez”, concluyó Fernando Sánchez, tras 35 años de trabajo, mientras sostenía la mano de su esposa entre lágrimas.

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