Por qué Estados Unidos ha intentado comprar Groenlandia desde hace más de un siglo
El reciente nombramiento de un enviado especial estadounidense reactivó una disputa histórica que se remonta al siglo XIX y que hoy vuelve a tensar la relación entre Washington, Dinamarca y la Unión Europea.

El interés de Estados Unidos por Groenlandia no es nuevo ni improvisado. Se trata de una historia que se extiende por más de un siglo y que combina estrategia militar, recursos naturales y control del Ártico. En días recientes, este tema volvió a la agenda internacional tras el anuncio del presidente Donald Trump sobre la designación de Jeff Landry como enviado especial de Estados Unidos para Groenlandia, una decisión que provocó reacciones inmediatas en Europa y reavivó un debate que parecía archivado.
La información se desprende de posicionamientos oficiales de la Comisión Europea, declaraciones del gobierno de Dinamarca y antecedentes históricos documentados por archivos diplomáticos estadounidenses y europeos. En conjunto, estos elementos permiten entender por qué Groenlandia sigue siendo un punto sensible en la política internacional y por qué su estatus genera tensiones recurrentes.
La reacción de Europa y Dinamarca ante el nuevo movimiento de Washington
Tras el anuncio estadounidense, la Comisión Europea recordó que la integridad territorial de Dinamarca es un interés esencial de la Unión Europea y subrayó que la seguridad del Ártico forma parte de sus prioridades estratégicas.
En un mensaje conjunto, Ursula von der Leyen y António Costa reiteraron el compromiso del bloque con el derecho internacional, la soberanía y la inviolabilidad de las fronteras. Desde Bruselas y Copenhague se insistió en que Groenlandia es un territorio autónomo dentro del Reino de Dinamarca, y que cualquier cambio en su estatus solo puede decidirse entre el pueblo groenlandés y el Estado danés.
La alta representante de la Unión Europea, Kaja Kallas, recordó la vigencia de la Carta de las Naciones Unidas y del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), mientras que el ministro danés de Exteriores, Lars Løkke Rasmussen, calificó el nombramiento de Landry como “inaceptable” y convocó al embajador estadounidense para exigir respeto a las fronteras danesas.
El origen del interés estadounidense por Groenlandia
Aunque la tensión actual es reciente, el trasfondo del conflicto se remonta al siglo XIX. En 1867, tras la compra de Alaska, el entonces secretario de Estado William Seward impulsó estudios oficiales que destacaban el potencial económico y militar de Groenlandia, viéndola como parte de una expansión natural de Estados Unidos hacia el Ártico.
Desde entonces, la isla comenzó a ser percibida en Washington como una pieza estratégica clave, tanto por su ubicación geográfica como por la posibilidad de explotar recursos naturales. Esta visión se mantuvo durante décadas y dio pie a propuestas que, aunque nunca se concretaron, marcaron la política exterior estadounidense.
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Planes fallidos y decisiones sin los pueblos originarios
A inicios del siglo XX surgieron iniciativas más ambiciosas. En 1910, el embajador estadounidense Maurice Egan propuso un plan que contemplaba intercambios territoriales entre Estados Unidos, Dinamarca y Alemania. Aunque estas propuestas no prosperaron, reflejaban una idea constante: Groenlandia como activo geopolítico.
En estos proyectos, un elemento fue recurrente y problemático: las comunidades inuit, habitantes ancestrales del territorio, quedaron al margen de las discusiones. Las decisiones se pensaban desde una lógica estratégica internacional, sin considerar la autodeterminación de la población local.
La Segunda Guerra Mundial y la oferta millonaria que no prosperó
La Segunda Guerra Mundial consolidó la relevancia de Groenlandia. Tras la ocupación alemana de Dinamarca en 1940, Estados Unidos estableció bases militares en la isla bajo la Doctrina Monroe, con el objetivo de asegurar rutas aéreas, estaciones meteorológicas y el acceso a yacimientos de criolita, un mineral clave para la industria bélica aliada.
Finalizado el conflicto, Washington se mostró reacio a abandonar la isla. En 1946, Estados Unidos llegó a ofrecer 100 millones de dólares en oro para comprar Groenlandia, una propuesta que fue rechazada por Dinamarca. A pesar de ello, en 1951 ambos países firmaron un acuerdo que permitió la permanencia de bases militares estadounidenses, integrando la isla al sistema de defensa de la OTAN durante la Guerra Fría.
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El Ártico hoy: rutas, minerales y soberanía
Lejos de perder relevancia, Groenlandia ha adquirido un nuevo valor estratégico en el siglo XXI. El deshielo del Ártico, la apertura de nuevas rutas marítimas y el acceso a minerales estratégicos han reactivado el interés de distintas potencias.
Sin embargo, tras más de cien años de presiones y propuestas, la postura oficial se ha mantenido firme. Groenlandia pertenece a su pueblo, y su futuro político es una cuestión de soberanía y autodeterminación, no de negociación geoestratégica entre potencias.
Esta premisa, respaldada por Dinamarca y la Unión Europea, sigue siendo el eje central de una disputa que, aunque histórica, continúa influyendo en la política internacional actual.
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