La historia que separa a China y Japón: la ocupación japonesa, el nacionalismo y las tensiones actuales
De la Masacre de Nankín al choque por Taiwán; algunas claves para entender la rivalidad compleja entre Japón y China.

La relación entre China y Japón nunca ha logrado escapar del peso de la historia. Aunque ambos países son actores clave en la economía asiática, el pasado sigue moldeando sus intercambios diplomáticos y sociales.
Según BBC, en agosto, un reconocido vlogger japonés, Hayato Kato, sorprendió a sus seguidores al describir una película que había visto recientemente “Dead To Rights”, la cual muestra los eventos sucedidos durante la Masacre de Nankín.
El reciente caso del vlogger japonés, quien narró en Douyin su impacto al ver la película, volvió a poner sobre la mesa las heridas abiertas de la Segunda Guerra Mundial y el rol que estas memorias juegan en la política actual.
La Masacre de Nankín: un capítulo que define la memoria colectiva
La Masacre de Nankín, perpetrada por el ejército japonés en 1937, es uno de los eventos más traumáticos para China: se estima que más de 30,000 civiles y soldados chinos fueron asesinados y alrededor de 20,000 mujeres fueron abusadas sexualmente.
Para muchos chinos, sigue siendo un símbolo de injusticia histórica.
Imágenes sensibles
Un día como hoy, en 1937, tropas japonesas capturaban la ciudad china de Nankín. 300.000 civiles y soldados murieron brutalmente a lo largo de 6 semanas en lo que se conoció como la "Masacre de Nanjing", donde oficiales japoneses competían por ver quién mataba más chinos. pic.twitter.com/5CzmNoAIB8
— Durazno Chino (@duraznochino) December 13, 2021
La masacre solo fue el inicio de la larga ocupación japonesa en el territorio chino.
El gobierno japonés declaró que durante la invasión alrededor de 480,000 soldados perdieron la vida. Mientras, hay estimaciones que entre 10 y 20 millones de chinos fueron asesinados.
China no solo reclama la ocupación en su territorio sino también en la de otros países asiáticos como Corea, Filipinas e Indonesia. Una de las atrocidades más recordadas es el caso de las “mujeres de consuelo”, en el que aproximadamente 200,000 mujeres fueron violadas y obligadas a trabajar en burdeles para militares japoneses.
Statue de la Paix
— Goz_Quarter (@chiasticslide36) September 24, 2022
평화의 소녀상
Pyeonghwaui sonyeosang
Érigée face a l'ambassade du Japon à Séoul, symbole des victimes de l'esclavage sexuel, connues sous le noms de « femmes de réconfort », par l'Empire du Japon durant la Seconde Guerre mondiale. pic.twitter.com/1gC3x1MVT0
La reacción a la película Dead To Rights demuestra que la sensibilidad permanece intacta. Comentarios como “No somos amigos; nunca lo fuimos”, que citan a la película, se han convertido en un reflejo del sentir popular: la idea de que Japón no ha asumido plena responsabilidad por su pasado.
Aunque Tokio ha emitido disculpas oficiales, en China persiste la percepción de que no son suficientes. Los casos de figuras políticas japonesas que minimizan los hechos o las visitas al santuario Yasukuni alimentan la desconfianza y la idea de un revisionismo activo.
El nacionalismo como pilar del relato estatal
Bajo el liderazgo de Xi Jinping, China ha fortalecido una narrativa que destaca los agravios sufridos durante la invasión japonesa como parte del proyecto de “rejuvenecimiento nacional”. Este discurso se refuerza con películas, documentales y conmemoraciones cada vez más visibles.
Incluso la cronología oficial del conflicto ha sido ampliada para incluir los primeros incidentes de 1931, incursiones en Manchuria donde presuntamente se llevaron a cabo experimentos humanos, consolidando la idea de una resistencia prolongada.
Mientras el Estado chino censura episodios internos como Tiananmén, fomenta recordar los abusos cometidos por potencias extranjeras, especialmente Japón.
Japón y su propio relato: entre la memoria del sufrimiento y el silencio
En Japón, la memoria de la guerra suele enfocarse en los bombardeos, Hiroshima y Nagasaki, o en la reconstrucción del país. Para muchos japoneses, la guerra es un capítulo remoto que no ocupa un lugar central en la educación o el debate público.
Este enfoque contrasta fuertemente con la narrativa china, generando un choque de memorias difícil de conciliar.
El silencio generalizado entre la población japonesa respecto a la invasión de China alimenta la percepción de falta de arrepentimiento.
De la memoria al presente: nuevas tensiones geopolíticas
Las tensiones históricas se han mezclado con un conflicto más actual: el futuro de Taiwán.
Las declaraciones de la primera ministra japonesa Sanae Takaichi, sugiriendo que un ataque chino a la isla podría activar una respuesta militar japonesa bajo el concepto de “situación de supervivencia”, provocaron una intensa reacción de Beijing.
China respondió con advertencias diplomáticas, restricciones económicas, alertas de viaje y presiones sobre sectores como turismo, comercio y entretenimiento.
Aunque no recurrió a protestas masivas o maniobras militares en gran escala, el mensaje fue claro: cualquier apoyo a Taiwán se considera una provocación directa.
Según The Mainichi, expertos describen la dinámica actual como una confrontación en la que ambos esperan que el otro ceda. Japón, con menos capacidad de presión económica, enfrenta un punto delicado: mantener su postura de seguridad sin agravar la relación con su vecino.
Académicos japoneses advierten que, si Tokio no explica clara y abiertamente su postura, China podría instalar la idea de que es Japón quien altera el statu quo, afectando su posición en foros internacionales.
¿Hacia dónde va la relación China–Japón?
La suma de resentimientos históricos, diferencias en la memoria colectiva, nacionalismos crecientes y disputas territoriales mantiene a ambos países en una relación frágil. Cada gesto, declaración o película puede convertirse en un catalizador de tensiones.
A pesar de sus desacuerdos, Japón y China dependen mutuamente a nivel económico, tecnológico y regional. Sin embargo, mientras la historia siga siendo un arma política y Taiwán continúe en el centro de la geopolítica asiática, la reconciliación plena parece lejana.
En este contexto, episodios virales como el video de Hayato Kato son recordatorios de que, en Asia Oriental, la historia no es un capítulo cerrado, sino un factor vivo que sigue definiendo alianzas, sospechas y choques diplomáticos.
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