Ofelia es una mexicana tiene un puesto de elotes y aguas frescas en Chicago, pero revela que pesar de las redadas en EEUU ni ella ni su esposo, se quedarán encerrados en su casa
Mientras las sirenas policiales resonaban y los manifestantes se enfrentaban a los agentes, la pareja decidió mantener su rutina.
CHICAGO.- En Little Village, el barrio mexicano más emblemático de Chicago, la presencia masiva de la Patrulla Fronteriza ya no sorprende.
En una reciente mañana de sábado, los operativos no inquietaron a Ofelia Herrera, de 47 años, a pesar de vivir en Estados Unidos como indocumentada junto con su esposo, Rafael Hernández, de 44.
Esperó a que los agentes se alejaran unas cuadras y, como ha hecho por 18 años, abrió su puesto de elotes y “aguas frescas” de pepino, piña y fresa en pleno corazón de la comunidad.
Mientras las sirenas policiales resonaban y los manifestantes se enfrentaban a los agentes, la pareja decidió mantener su rutina, aun cuando muchos inmigrantes y hasta ciudadanos estadounidenses de ascendencia latina llevan más de dos meses encerrados por temor a las detenciones, según The Associated Press.
“Lo único que se puede hacer es tener fe en Dios y no tener miedo”
Desde su hogar en el lado sur de la ciudad, decorado ya con adornos navideños, Herrera explicó cómo enfrenta la incertidumbre:
“El miedo da paso a la depresión y otras cosas. Al final, si no te deportan a México te enfermas de depresión y otras cosas porque no tuviste fe en Dios”, dijo.Hernández, sentado a su lado, agregó: “Conocemos a personas que han caído en depresión. No salen de casa. Es muy triste”.
Su puesto, decorado con banderas estadounidenses, se ubica en una calle comercial repleta de restaurantes de birria y chilaquiles, tiendas de ropa tradicional y vendedores ambulantes que ofrecen frutas y cerámica mientras suena música ranchera.
Sin embargo, la vida comercial se ha visto alterada por los operativos constantes de la Patrulla Fronteriza.
Una comunidad paralizada por el miedo
La pareja describe una comunidad que teme incluso dar declaraciones a la prensa.
Muchos de sus amigos no han salido en más de dos meses y, en un gesto solidario, residentes organizan compras colectivas para permitir que los vendedores cierren temprano y eviten riesgos.
En la calle 26, donde abundan carteles pidiendo a las autoridades migratorias no entrar sin orden judicial, la pareja ha visto cómo agentes armados han detenido a conocidos: un vendedor de huevos, un vendedor de tamales.
Incluso recuerdan un ataque con gas lacrimógeno el mes pasado contra manifestantes en un estacionamiento.
Aun así, Herrera y Hernández desean contar su historia para mostrar cómo se vive la campaña de deportaciones masivas impulsada por el gobierno de Donald Trump.
Una vida construida en Chicago
Herrera llegó en 2004; sus hijos cruzaron un año después. Hernández hizo la travesía en 2005. Ambos pagaron miles de dólares a traficantes por viajes de varios días por el desierto de Arizona.
En Chicago, se conocieron trabajando en un restaurante y hoy tienen dos hijos nacidos en Estados Unidos: uno de 10 años, poco consciente de la situación, y una joven de 16 que teme más una detención prolongada que la deportación.
Tras completar una clase en el Ayuntamiento, lograron certificarse como vendedores ambulantes.
En 2017 compraron por 39 mil dólares una casa deteriorada en Englewood, un barrio pobre y golpeado por la delincuencia. Allí, de lunes a viernes, venden tacos y burritos desde una camioneta. Los fines de semana trabajan 11 horas al día en Little Village.
Ventas desplomadas y un miedo creciente
Desde el inicio de la Operación Midway Blitz el 8 de septiembre, sus ventas han caído un 75%. Sus teléfonos no dejan de sonar con alertas sobre redadas y ubicaciones de agentes migratorios.
Hernández siente que las detenciones son indiscriminadas, aunque el gobierno asegura que busca a “los peores entre los peores”.
En realidad, más del 70% de las personas bajo custodia del ICE durante los últimos 12 meses no tenía condenas en Estados Unidos.
Gregory Bovino, funcionario de la Patrulla Fronteriza a cargo de las redadas en varias ciudades, insistió en que cualquier persona sin estatus legal puede ser detenida. Ante críticas sobre vendedores ambulantes, afirmó:
“Esas personas están perjudicando a las empresas estadounidenses, ¿no es así? Por supuesto que no. Por eso tenemos leyes de inmigración en primer lugar”.
Entre quedarse o volver a México
La pandemia les enseñó que mantenerse encerrados solo agrava el miedo.
A veces cambian sus rutas para evitar operativos, pero siguen trabajando.
Solo han regresado a México una vez en dos décadas, en 2012, entrando de nuevo por Eagle Pass de forma irregular.
Quieren permanecer en Chicago, donde criaron a sus hijos, pero están preparados para regresar si son arrestados.
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“La gente está asustada porque aquí tienen sus vidas, aquí tienen a sus hijos, nosotros incluidos”, dijo Herrera.Y añadió resignada: “No queremos irnos a México, pero si tenemos que hacerlo, lo haremos. ¿Qué otra cosa podemos hacer?”.
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