Escándalo en Denver: Captan a inspectores de salud vertiendo cloro sobre comida de un puesto local de tacos de una familia latina
Los inspectores aseguran que el vendedor contaba con citaciones por violaciones a los códigos de salud mientras que el vendedor afirmó no haber sido notificado sobre violaciones previas.

DENVER.- Un video que se ha vuelto viral ha desatado una ola de indignación y un intenso debate en Denver, Colorado.
La grabación muestra a inspectores de salud del gobierno local vertiendo cloro sobre la comida de un puesto de tacos de una familia migrante.
Mientras las autoridades defienden la acción como una “medida de seguridad necesaria”, la opinión pública se divide entre la salubridad y la percepción de un acto desproporcionado contra el sustento de una familia.
El incidente capturado en cámara: Cloro sobre la comida
Las imágenes, difundidas ampliamente en redes sociales, muestran a una inspectora del Departamento de Salud Pública y Medio Ambiente de Denver, acompañada de otros oficiales, acercarse al puesto de tacos “Taco Tacolorado”.
Tras un breve intercambio de palabras, los funcionarios proceden a vaciar el contenido de un gran galón de cloro sobre contenedores llenos de carne, salsas y otros alimentos ya preparados.
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La comida, que momentos antes estaba lista para ser vendida, quedó instantáneamente contaminada e inservible.
El impacto en los vendedores, identificados como una familia migrante de apellido Barrientos, fue inmediato y devastador, ya que esos productos representaban su único ingreso del día.
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La justificación de las autoridades: ¿Medida extrema o necesaria?
Según New York Post, el Departamento de Salud de Denver explicó a través de su portavoz, Amber Campbell, que esta medida extrema fue el último recurso después de que el vendedor, identificado como García Barrientos, hiciera caso omiso a múltiples citaciones por violaciones a los códigos de salud.
La oficial argumentó que en inspecciones anteriores, el vendedor simplemente empacaba y se reubicaba rápidamente para evitar que se confiscaran los alimentos que consideraban un riesgo potencial para la salud.
En esta ocasión, al comenzar los empleados a guardar la comida en un camión cerrado, los inspectores optaron por usar cloro para asegurarse de que no fuera empacada, almacenada y revendida posteriormente.
Campbell subrayó que el vendedor operaba sin licencia y con repetidas violaciones por un almacenamiento inseguro de los alimentos.
La otra cara de la moneda: La versión del vendedor
García Barrientos presentó una versión de los hechos completamente diferente. En declaraciones a los medios, afirmó que no tenía idea de que se trataba de inspectores oficiales, ya que estos no portaban credenciales visibles o insignias al momento de abordarlo.
También aseguró que la ciudad nunca le notificó sobre violaciones previas, contradiciendo la postura oficial.
Esta afirmación, sin embargo, es puesta en duda por las imágenes del video, donde aparentemente se pueden distinguir insignias en la ropa de los inspectores.
Un debate nacional reavivado: Informalidad, migración y subsistencia
El incidente en Denver ha trascendido lo local para convertirse en un micrófono de un debate internacional mucho más amplio.
Por un lado, se alzan las voces que defienden la rigurosidad de las normas de salubridad. Argumentan que los negocios no regulados representan un peligro para la salud pública y crean competencia desleal para los establecimientos que sí cumplen con la ley e invierten en obtener sus licencias.
Por otro lado, una gran parte de la sociedad ve en este acto un símbolo de la criminalización de la pobreza y la falta de empatía hacia las comunidades migrantes.
Se cuestiona si destruir la comida de manera tan contundente era la única opción, o si existían alternativas menos drásticas que no afectaran tan directamente el sustento de una familia que depende de la economía informal para sobrevivir.
El caso pone sobre la mesa la difícil situación de miles de vendedores ambulantes, muchos de ellos migrantes latinoamericanos.
Mientras las autoridades de Denver insisten en que siguieron el protocolo para proteger a los consumidores, la imagen del cloro destruyendo la comida de una familia trabajadora ha quedado grabada en la mente del público.
Este evento no solo es una disputa sobre permisos y regulaciones, sino un reflejo de las tensiones sociales y económicas que continúan definiendo a las ciudades estadounidenses.
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