Funcionarios de la administración Trump ocupan lujosas residencias militares en bases de Washington
Secretarios del gabinete de Trump se mudan a residencias militares exclusivas en Washington; Pete Hegseth, Marco Rubio y otros generan polémica al ocupar viviendas destinadas a altos mandos.

WASHINGTON.- Un patrón inusual se desarrolla en el segundo mandato del presidente Donald Trump: múltiples funcionarios de su gabinete han ocupado residencias militares exclusivas en el área de Washington, propiedades tradicionalmente destinadas a almirantes y generales de alto rango, según The New York Times.
Cuartel 8: La codiciada residencia en Fort McNair
El epicentro de esta tendencia se encuentra en el Fort McNair, donde el Cuartel 8 – histórica residencia del vicejefe del Estado Mayor del ejército – fue solicitado y ocupado por el secretario de Defensa, Pete Hegseth.
Esta casa, custodiada por dos cañones de la Guerra de Independencia y con vistas al río Anacostia, estaba desocupada porque el general ascendido al puesto había optado por permanecer en otra base. Hegseth paga $4,655.70 mensuales por alquilar esta residencia, conocida por su escalera de caracol y su ubicación privilegiada.
Una ola de mudanzas a instalaciones militares
La ocupación no se limita a Hegseth. En un movimiento coordinado, varios secretarios del gabinete se han establecido en viviendas militares:
- Marco Rubio, secretario de Estado, vive casi siempre solo a pocas puertas de Hegseth, mientras su familia permanece en Florida.
- Kristi Noem, secretaria de Seguridad Nacional, reside en una instalación de la Guardia Costera, pagando un “alquiler a precio de mercado”.
- Daniel Driscoll, secretario del Ejército, y John Phelan, secretario de la Marina, también se han mudado a viviendas militares.
Frustración en la cúpula militar y efecto dominó
Tres exresidentes del Cuartel 8 expresaron su malestar porque un oficial superior no ocupe la casa. Esta situación crea un efecto dominó, dificultando que los almirantes y generales destinados en la zona encuentren vivienda asequible.
El general retirado Dennis Reimer, quien vivió en el Cuartel 8 en los 90, recordó con nostalgia detalles como la pequeña tumba de “Fido”, el perro del general Maxwell Thurman, antiguo residente del cuartel, cuya lápida rezaba: “Aquí yace Fido. Era todo lo que podía ser”.
Precedentes históricos y decisiones contrapuestas
Existen precedentes de ocupación de viviendas militares por funcionarios. En 1974, el Congreso autorizó que el vicepresidente residiera en el Observatorio Naval. Durante el primer mandato de Trump, solo Jim Mattis y Mike Pompeo vivieron temporalmente en estas instalaciones.
Sin embargo, otros secretarios de Defensa optaron por soluciones diferentes. Leon Panetta rechazó una casa en Navy Hill por considerarla demasiado cara ($3,000 mensuales) e impráctica sin su esposa. Chuck Hagel y Lloyd Austin III prefirieron vivir en sus propias casas, instalando salas de comunicación segura.
¿Seguridad nacional o comodidad privilegiada?
Los defensores de la medida argumentan que tiene sentido de seguridad nacional que los altos funcionarios vivan cerca del Pentágono para responder rápidamente a crisis. Noem reside en una “instalación de representación gubernamental” por esta razón.
No obstante, críticos señalan que secretarios anteriores enfrentaron amenazas similares y se sintieron seguros en sus residencias privadas con guardaespaldas. La instalación de salas seguras es un proceso rápido que soluciona cualquier necesidad de comunicación clasificada fuera de la oficina.
Esta concentración de funcionarios viviendo en bases militares marca un cambio significativo en la cultura de Washington y genera debates sobre el uso adecuado de propiedades destinadas históricamente a cargos militares.
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