Cosecha del olivo en Palestina: Una temporada de violencia, robo y resistencia
La cosecha del olivo en Cisjordania se ve amenazada por ataques de colonos, restricciones de acceso y una campaña de arranque de árboles.

La cosecha del olivo en Palestina, conocida como “la madre de todas las temporadas agrícolas”, es mucho más que una actividad económica: es un ritual familiar, un legado cultural y un pilar de la identidad nacional. Sin embargo, esta tradición centenaria se desarrolla hoy bajo una sombra de violencia sistemática y obstáculos que amenazan su propia existencia, convirtiendo lo que debería ser una celebración en un acto de resistencia.
De acuerdo con información de Middle East Eye, para las familias palestinas, acceder a sus olivares se ha vuelto una gesta peligrosa. El testimonio de Afaf Abu Alia, una mujer de 53 años, es un crudo ejemplo: mientras recolectaba olivos con su familia en Turmus Ayya, fue brutalmente agredida por más de veinte colonos israelíes. La paliza le causó una hemorragia cerebral, moretones por todo el cuerpo y la dejó dos días en cuidados intensivos.
Lo más significativo es que este ataque no ocurrió en su propia tierra. La familia de Afaf había sido forzada a arrendar olivares en un pueblo vecino después de que los colonos hicieran imposible el cultivo en sus tierras ancestrales en al-Mughayyir. Esta realidad refleja una dificultad primordial: la creciente incapacidad de los palestinos para acceder a sus parcelas de forma segura.
Más allá de la violencia física, existe un obstáculo estructural igual de dañino. La construcción del muro de separación israelí en 2004 ha dejado miles de dunams (cantidad de tierra que se puede arar en un día) de olivares al otro lado, inaccesibles para sus dueños. En aldeas como Jalbun, los agricultores solo pueden acceder a sus tierras dos o tres días al año mediante permisos especiales.
Desde octubre de 2023, Israel ha negado estos permisos a alrededor de 100 agricultores. Mohammad Abu al-Rabb no ha podido llegar a su olivar de 15 dunams durante tres temporadas consecutivas.
Su tierra, cultivada por su abuelo y su padre, es ahora un lugar al que no puede siquiera visitar, perdiendo toda su cosecha y el vínculo con su herencia familiar.
La violencia no se dirige solo contra las personas, sino directamente contra los árboles. Los olivares son quemados y arrancados con una frecuencia alarmante. Ayman Abu Alia, familiar de Afaf, relata cómo perdieron 400 olivos en un solo día, árboles milenarios de variedades romanas plantados por su bisabuelo hace más de 150 años.
Esta destrucción no es un daño colateral; es un objetivo estratégico. Según estimaciones del ministerio de Agricultura palestino, más de 10,000 olivos han sido quemados o arrancados desde enero. Al atacar un símbolo tan profundo de la conexión palestina con la tierra, se busca quebrar el espíritu de resistencia de las comunidades.
La violencia contra los agricultores palestinos y sus olivares ha escalado dramáticamente dejando consecuencias devastadoras:
- Más de 158 ataques de colonos, bajo protección del ejército israelí, se han documentado desde el inicio de la cosecha en octubre.
- 10,000 olivos han sido quemados o arrancados desde enero.
- Pérdidas económicas que superan los $70 millones.
- Se espera que la producción de esta temporada caiga a solo 7,000 toneladas, la cifra más baja en décadas.
La producción anual de aceituna normalmente oscila entre 17,000 y 22,000 toneladas, por lo que la previsión de la caída de producción afectará a medio millón de palestinos que dependen de este sector.
Pero el impacto trasciende lo económico: para los palestinos, el olivo es un pilar de su identidad. Hamzeh Aqrabawi, investigador de patrimonio, explica que el árbol tiene una significación religiosa y civilizacional para musulmanes y cristianos, alcanzando un nivel de santidad.
Se planta con la intención de dejarlo como una herencia a los nietos, representando una continuidad que desafía el tiempo y la ocupación. Arrancar un olivo es, en este contexto, arrancar una página de la historia palestina.
Este asedio sobre el terreno ocurre en un marco político de máxima tensión. La reciente aprobación preliminar en el parlamento israelí de un proyecto de ley para anexar Cisjordania ocupada consolida legalmente la realidad que viven agricultores como Afaf y Mohammad.
El plan del ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, propone anexar la vasta mayoría del territorio, dejando las ciudades palestinas como enclaves aislados. Esto volvería legal la separación entre los agricultores y sus tierras, transformando las dificultades actuales de la cosecha en una imposibilidad permanente.
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