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“El mar es un caos, nada tiene sentido ya”: La crisis silenciosa que ahoga a los pescadores de Corea del Sur

El cambio climático y la migración de peces obligan a los pescadores surcoreanos a viajes más largos y peligrosos, aumentando el número de muertes en el mar.

“El mar es un caos, nada tiene sentido ya”: La crisis silenciosa que ahoga a los pescadores de Corea del Sur

El naufragio de un barco pesquero frente a la isla de Jeju, donde cinco tripulantes perdieron la vida, es un episodio trágico que ejemplifica una crisis más profunda. Este incidente no es un hecho aislado, sino la consecuencia de una tormenta perfecta de factores ambientales, económicos y sociales que está poniendo en jaque la supervivencia del sector pesquero en Corea del Sur.

De acuerdo con BBC, las aguas que rodean la península coreana se han vuelto significativamente más peligrosas. Estadísticas oficiales revelan que el año pasado 164 personas fallecieron o desaparecieron en accidentes marítimos, lo que supone un aumento del 75% respecto al año anterior. La mayoría de estas víctimas eran pescadores.

Detrás de este alarmante repunte se encuentra el cambio climático. Las aguas de la región se calientan a un ritmo acelerado, con un aumento de 1.58°C en su temperatura superficial desde 1968, más del doble que el promedio global. Este calentamiento alimenta fenómenos meteorológicos extremos, más frecuentes e impredecibles, como vientos repentinos y tormentas intensas. El número de alertas meteorológicas para gales, marejadas y tifones aumentó un 65% entre 2020 y 2024.

La migración de los peces: Una carrera por la supervivencia económica

Uno de los impactos más devastadores del calentamiento oceánico es la migración de especies clave. Según el Instituto Nacional de Ciencias Pesqueras, bancos de peces como la sardina plateada y el calamar se están desplazando hacia aguas más frías.

Esta migración obliga a la flota pesquera a realizar viajes más largos y costosos, alejándose de la seguridad relativa de la costa. Para capturar las mismas especies, los barcos deben ahora adentrarse en aguas más profundas y peligrosas, llegando en algunos casos a navegar hasta las proximidades de Taiwán. Estos trayectos prolongados incrementan la exposición a condiciones climáticas adversas y dificultan un regreso rápido ante una alerta de tormenta.

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Capturas mínimas y rentabilidad en declive

El esfuerzo adicional no se traduce en mayores beneficios. Por el contrario, los pescadores reportan capturas cada vez más magras. En la última década, los desembarques de calamar se han desplomado un 92%, y los de anchoa han caído un 46%. En lugar de peces, las redes se llenan a menudo de medusas, una plaga vinculada también al calentamiento de las aguas y la sobrepesca.

El resultado es una crisis de rentabilidad. Muchas jornadas de trabajo no logran siquiera cubrir los elevados costes del combustible, y mucho menos garantizar los salarios de la tripulación. Esta presión económica fuerza a los pescadores a asumir riesgos adicionales, saliendo a trabajar incluso cuando las condiciones no son del todo seguras.

El mar es un caos, nada tiene sentido ya”, lamentó el capitán Park Hyung-il, pescador con más de 25 años de experiencia. “Antes amaba este trabajo. Sentía alegría al saber que alguien, en algún lugar del país, estaba comiendo el pescado que yo atrapaba. Pero ahora, con casi nada que pescar, esa sensación de orgullo se desvanece”.

Una fuerza laboral envejecida y desprotegida

La pesca en Corea del Sur enfrenta una grave crisis demográfica. Ante la desaparición de los medios de vida, los jóvenes rechazan incorporarse a la profesión. Casi la mitad de los pescadores actuales supera los 65 años, un aumento significativo respecto a hace una década.

En aquel tiempo, levantarse temprano y salir al mar se sentía romántico. Había una sensación de aventura y recompensa...En estos días, es simplemente muy duro”, reveló el capitán Park.

Esta situación ha generado una dependencia creciente de trabajadores migrantes de países como Vietnam e Indonesia. Sin embargo, esta solución presenta sus propios desafíos: a menudo, estos tripulantes no reciben una formación en seguridad adecuada y las barreras idiomáticas dificultan la comunicación crítica a bordo, aumentando el riesgo de accidentes.

Respuestas y un futuro incierto

Las autoridades, conscientes de la gravedad del problema, han iniciado investigaciones y recomiendan medidas para mejorar la seguridad. Entre ellas se incluye la instalación de escaleras de seguridad, la obligatoriedad de los chalecos salvavidas, la capacitación obligatoria para toda la tripulación extranjera y el acceso a pronósticos meteorológicos en tiempo real y más localizados.

A nivel económico, se están probando medidas paliativas, como pagar a los pescadores por las medusas capturadas para limpiar los ecosistemas u ofrecer préstamos para evitar la bancarrota y fomentar la jubilación de los pescadores más mayores.

A pesar de estos esfuerzos, las proyecciones a largo plazo son pesimistas. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) pronostica que las capturas totales en Corea del Sur podrían disminuir casi un tercio para finales de siglo si continúan las tendencias actuales de emisiones y calentamiento global. Para una flota que ya navega al límite, este futuro se presenta extremadamente desafiante.

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