FOTOS: Familia de Texas captó los terroríficos momentos que su casa quedó inundada y tuvieron que pasar la noche en el techo para sobrevivir
Rescataron imágenes y videos mientras escapaban de una crecida repentina del río que destruyó casas y dejó más de 100 muertos.

TEXAS.- — En una pequeña cabaña junto al río Guadalupe, Jane Towler, de 70 años, notó que el agua empezaba a filtrarse mientras afuera tronaba la tormenta. Eran las 4 de la mañana cuando sonó su teléfono. Al contestar, escuchó la voz temblorosa de su amigo, Brian Keeper:
“Jane, estamos jodidos. ¡El agua está en mi casa! ¡Sal de ahí!”
Jane sabía que las lluvias podían causar inundaciones: su abuelo había comprado esa propiedad en la Texas Hill Country en los años 30 y ella ya había visto subir el río. Pero nunca algo así.
En solo 45 minutos, el río subió casi 8 metros, arrasando con casas, coches y dejando más de 100 personas muertas, incluidos varios niños de campamentos de verano.
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“¿Qué hacemos para estar a salvo?”
Al escuchar el miedo en la voz de su amigo, Jane se puso los zapatos descalza y corrió en pijama a la casa donde dormían su hijo, Alden Towler, y su amiga, Shabd Simon-Alexander, junto a su hija de esta última.
Cuando Alden despertó por los gritos de Shabd, el agua ya estaba hasta los tobillos. En los videos compartidos con The Associated Press, se escuchan las voces nerviosas:
"¿A quién le decimos? Tenemos que avisar a alguien“, dijo Shabd.
En las grabaciones, Jane narraba mientras el agua turbia subía por la cocina: “Todo en nuestro patio se ha ido flotando“.
Con la bebé amarrada al pecho, Shabd mantenía la calma, aunque después reconocería que pensó que morirían allí o en el ático.
“Ok, quiero que estemos listos para subir al ático“, dijo Jane Towler.
Alden, semidesnudo y con el agua a las rodillas, intentaba subir objetos a la cama para salvarlos.
"¿Y si subimos la colina?“, preguntó él.
"¡No podemos salir! ¡Todo está inundado!“, respondió su madre.
El refrigerador se volcó y las opciones se redujeron, abrieron la trampilla del ático para subir.

“Vamos a morir”
Con el agua al pecho, Shabd calmaba a su bebé: “Sí, es mucho, mi amor. Es mucho.”
La luz se cortó, algo que Jane agradeció por evitar una descarga eléctrica. Desde arriba, vieron cómo el agua seguía subiendo y hacía chocar platos y vasos. A las 4:16 am, Jane llamó a 911 desde la encimera de la cocina.
“¡Tienen que ayudarnos!”, suplicó Simon-Alexander. “Vamos a morir.”
El operador, sereno, solo pudo decirles que subieran lo más alto posible y aguantaran.
Alden rompió una rejilla de ventilación para salir al techo, y lograron subir.

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El horror sobre el techo
Desde arriba, escuchaban gritos de vecinos y veían coches flotando, iluminados solo por relámpagos. El agua olía a drenaje.
Shabd cantó a su hija una canción mexicana, “La Caña”, que le cantaba desde que estaba embarazada. A lo lejos, se escuchó un estruendo: una casa flotando empujada por la corriente, golpeó la cabaña donde estaba Jane Towler, arrancándola de los cimientos, y después chocó contra la casa donde se refugiaban.
“Pensé en todos a los que quería“, confesó Alden, como rezando por última vez.
Alden pensó que quizás pasarían días ahí, cuidando una linterna, una botella de agua y un poco de cacahuates. Para su alivio, el nivel del agua empezó a bajar: primero 10 centímetros y después 30.

La mañana siguiente empieza “el verdadero horror”
Al salir el sol, vieron coches en la carretera y lograron pedir ayuda. Fueron llevados a una iglesia donde otros evacuados se reunían.
Allí comenzó “el verdadero horror”, recordó Alden, entrenado como rescatista en zonas silvestres, quién junto con su madre, enfermera retirada, ayudaron a dos doctores a atender heridos
Un niño de 5 años llegó con la pierna abierta hasta el hueso y contó: “¡Pasamos la noche en un árbol!” Su hermana de 3 años seguía desaparecida, al igual que su padre y dos abuelos. Su tía llegó horas después, con los dedos mutilados, tras haber sido arrastrada por otra casa.

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Solidaridad en medio de la tragedia
Entre el miedo, también hubo gestos de solidaridad. Un hombre, al saber que Alden no tenía su cartera, le regaló 300 dólares.
Cinco días después, Alden todavía se emocionaba al describir la fuerza con que la gente se ayudó mutuamente:
“Cinco días después, todavía se me quiebra la voz“, dijo Alden. ”Por la fuerza imparable de ayudar a los demás“.
Las imágenes y videos de esa noche, tomadas por la familia, no solo documentaron su miedo, sino también la humanidad que surge incluso en los peores momentos.
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