"Perdí mi pierna, pero ya estoy en mi país": Mexicano narra su regreso durante pandemia
Después de 6 meses de sufrir soledad en un hospital francés, el estudiante de la UNAM superó la muerte lejos de su país para regresar y rehabilitarse; depende de mí, yo pongo los límites, dice.<br />

MARSELLA, Francia.- Tras perder una pierna y cuatro dedos del otro pie, Irving finalmente se encuentra en casa. Todavía le faltan meses de una difícil rehabilitación, pero con el amor de su familia y el apoyo de aquellos amigos que lo han acompañado espera tener la fuerza para recuperar su vida y terminar su maestría: “Me quiero titular como los grandes”, comenta esperanzado.
Irving Juanico Vázquez, estudiante universitario de 25 años, regresó a su país tras seis meses de permanecer hospitalizado en Francia. A pesar de que es la misma persona que hemos seguido desde el 1 de enero, luce distinto: su rostro está más afilado y pálido por falta de sol; su cabello es más corto y delgado, y no utiliza lentes, pues los extravió en su travesía. Podrán parecer superficiales, pero estos cambios son producto de un padecimiento que lo mantuvo hospitalizado durante medio año.
“Estoy contento de regresar, porque era lo que más quería. Extrañaba mucho a mi familia. No es lo mismo estar solo y enfermo en otro país”, relata en entrevista.
Irving lo que desea es vivir: comer tortillas y huevos con chorizo, hacer deporte, estudiar y concluir su instrucción académica, que se vio interrumpida por la larga enfermedad que puso en riesgo esos años de esfuerzo y dedicación a la escuela.
“Lo que más quiero es comer aquí, acompañar a mi familia, ver a mis hermanos, a mis papás. Sólo quiero estar en casa”, dice.
La historia de Irving, estudiante de la maestría en Energías Renovables en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) comenzó en la Navidad de 2019, cuando llevaba tres meses viviendo en Europa. Al hablar por teléfono con sus papás y hermanos, les contó que se sentía mal, y sería la última vez que se comunicarían en meses: horas después de la llamada, su condición se agravó y tuvo que hospitalizarse.
Se encontraba en choque séptico y presentaba deficiencia en los riñones y en la coagulación de la sangre, por lo que tuvieron que sedarlo y conectarlo a un respirador. El pronóstico vital era delicado.
Los médicos del Hospital Européen, en Marsella, descubrieron que la infección generalizada se derivó de la bacteria meningococo: ésta llegó al torrente sanguíneo y se convirtió en púrpura fulminante, enfermedad que se desarrolla a gran velocidad y puede ser mortal.
Se le sumó una meningitis en el cerebro y en la columna vertebral. En cuestión de días, el joven comenzó a presentar necrosis en los pies, además de daño orgánico.
Mientras Irving luchaba por su vida, sus padres, Virginia Vázquez, quien es enfermera, y Maximino Juanico, quien es abogado, y sus hermanos, Elizabeth, Verónica y Christian Omar, se esforzaban haciendo rifas, vendiendo Roscas de Reyes y consiguiendo recursos para sufragar parte de su tratamiento y viajar a acompañarlo.
“Mi hijo estuvo muy grave, a punto de la muerte. Gracias a Dios ya lo tenemos aquí. Yo le prometí a mi familia que regresaría a él y aquí estamos”, celebra Virginia.
Pasaron las semanas, los meses, e Irving salió del peligro mortal, pero no se recuperaba del todo: la necrosis no cedía. Sus padres y hermanos hacían turnos para acompañarlo, apoyados por integrantes de la comunidad mexicana en Marsella, que los hospedaban y les donaban despensa.
“Cuando desperté no entendía nada y no sabía por qué había llegado a ese punto, pero empecé a entender y vi que mucha gente me apoyó. Hubo veces en las que los mensajes que me enviaron me ayudaron mucho; hubo días en los que me sentí tan mal que creí que no despertaría”, recuerda.
Y llegó la pandemia...
Las cicatrices más profundas y difíciles de sanar, puesto que aún presenta sangrado en el muñón y la planta del pie, son las que al final de cuentas le salvaron la vida.
El 25 de marzo, en medio de la contingencia y el aislamiento obligatorio por el Covid, los médicos franceses le tuvieron que amputar la pierna izquierda y cuatro dedos del pie derecho para evitar que se siguiera extendiendo la necrosis o muerte del tejido.
Días antes, Irving recibió la noticia en su habitación del hospital, lejos de sus padres, quienes se encontraban confinados en un hospedaje sin permiso oficial del gobierno francés para salir a la calle.
“Fue muy difícil, porque en un momento dejé de tener visitas. A eso hay que sumarle el idioma. No tenía mucha conversación, y me sentía muy solo, muy triste.
“Fue en esos días que me dijeron que me iban a amputar. Hubiera preferido que me lo dijera un familiar, pero no se pudo. Me pegó mucho”, cuenta con nostalgia.
Irving y su mamá llegaron al Aeropuerto Internacional Benito Juárez la madrugada del lunes, cansados tras 12 horas de vuelo entre Marsella, París y la Ciudad de México; sin embargo, esto no opacaba la felicidad de reencontrarse con su familia y volver.
Irving Juanico, estudiante de la maestría en Energías Renovables en la UNAM, fue hospitalizado en Marsella tras detectarle una infección derivada de la bacteria meningococo. Foto: ARCHIVO EL UNIVERSAL
Sus parientes agradecieron el apoyo de las personas que permanentemente brindaron su ayuda y estuvieron al pendiente de Irving, como el cónsul honorario de México en Marsella, Yvan Emmanuel Romero Foucaud, quien se comunicaba con frecuencia con la familia y visitó al joven en diversas ocasiones para constatar su estado de salud y apoyar en lo que fuera necesario.
“En todos los lugares donde estuve hicimos amistad con el primer doctor que me atendió, el doctor Alarde, una persona muy increíble que se esforzaba por hablar en español con mis papás y mis hermanas.
“También con otra enfermera que se llamaba Esperanza y me estuvo cuidando en Terapia Intensiva. El mismo señor Romero y todos los mexicanos que nos fueron a visitar. Mucha gente nos ayudó”, platica Irving.
“El señor Romero Foucaud fue nuestro ángel”, asegura Virginia.
“Gracias a Dios y a la atención de todos los médicos, mi hijito está vivo. Tiene algunas secuelas, pero él va a salir adelante”, dice.
Ahora Irving utiliza una prótesis, y en los próximos meses, conforme avance su rehabilitación ya en su natal Chilpancingo, Guerrero, cambiará la silla de ruedas por un par de muletas de antebrazo.
Su regreso a México representa el comienzo de una nueva etapa en la que su prioridad es regresar a la escuela, cursar lo que le falta de la maestría y terminar su tesis.
“Uno no se da cuenta de lo que es perder, no tienes empatía, pero cuando te pasa sientes algo. Perdí una pierna, pero ya depende de mí: los límites van a estar en mi cabeza. Voy a estar donde yo quiera estar”.
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