“No hubo una invasión del narco mexicano a Europa”: Arthur Debruyne desmonta el mito en su nuevo libro

En entrevista con SinEmbargo, el periodista e investigador Arthur Debruyne profundizó en los hallazgos de su libro El narco mexicano en Europa (Aguilar Ideas), una investigación que desmonta la narrativa mediática que ha impulsado la idea de una supuesta “invasión” de los cárteles mexicanos al mercado europeo de drogas sintéticas.

Su trabajo arroja una conclusión frontal: los grandes cárteles de México no están organizando ni controlando el negocio en Europa. Lo que sí existe es la presencia de cocineros mexicanos contratados temporalmente por redes criminales de Países Bajos y Bélgica para producir metanfetamina cristalina.

Cocineros, no capos: trabajadores a destajo

Debruyne explica que los mexicanos detenidos en Europa “no eran enviados por los grandes cárteles ni operaban con jerarquía propia”. Por el contrario:

México

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“Fueron operadores, trabajadores independientes contratados por narcos holandeses o belgas. No hubo un gran plan para apoderarse del mercado europeo”, afirma.

Estos cocineros, originarios sobre todo de Sinaloa y Michoacán, viajaban a Europa para trabajar dos o tres semanas en laboratorios clandestinos, a cambio de 15 mil a 30 mil euros por operación. Su papel era aportar un conocimiento químico especializado que los grupos europeos no tenían: la técnica para producir cristal de alta pureza.

Subordinados al narco europeo

El autor subraya que el protagonismo real del negocio estaba siempre en manos de los europeos:

• Ellos proveían laboratorios, ubicaciones, materiales y precursores químicos.
• Ellos se quedaban con la producción y las ganancias.
• Los mexicanos solo aportaban el know how, pero no tenían control alguno del mercado.

“Desde entonces, los europeos ya copiaron ese conocimiento. Hoy ya no necesitan a los mexicanos”, asegura.

Europa: penas menores y mejores cárceles

Uno de los factores que atrajo a algunos cocineros a Países Bajos fue un cálculo práctico: las penas más bajas y las mejores condiciones penitenciarias.

En promedio, un cocinero mexicano detenido allá recibe tres años de prisión, en cárceles no sobrepobladas y con pleno respeto a derechos humanos.

Esto contrasta con México, donde las penas por delitos similares son más altas y las condiciones carcelarias, más duras.

Debruyne narra el caso excepcional de un intermediario michoacano condenado a 15 años, muy por encima de la sentencia de los narcos holandeses que lo contrataron, quienes recibieron 7 u 8 años. Para el autor, se trató de un mensaje ejemplarizante destinado a desalentar la llegada de más mexicanos.

Desmontando prejuicios: no había armas ni violencia

El periodista reconoce que él mismo tenía prejuicios alimentados por la prensa neerlandesa y las narcoseries:

“Creían que esos mexicanos no tardarían en colgar cuerpos de puentes.”

Pero los expedientes judiciales mostraron una realidad muy distinta: ninguno de los cocineros detenidos portaba armas ni tenía vínculos directos con la violencia extrema asociada al narco en México.

El eslabón más bajo de la cadena

Lejos de ser narcotraficantes de alto nivel, los detenidos ocupaban el eslabón más bajo de la cadena criminal:

México

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• No controlaban rutas.
• No traficaban drogas.
• No tomaban decisiones estratégicas.

Su único capital era un conocimiento técnico adquirido en México y útil para las redes criminales europeas en un momento específico.

Una realidad lejos del mito

La conclusión de Debruyne es clara:La cooperación entre mexicanos y narcotraficantes europeos no formó parte de un proyecto transnacional organizado, sino de relaciones laborales temporales donde los mexicanos eran empleados, no socios.

“No hubo organizaciones criminales mexicanas detrás de todo esto con un diseño sobre el mercado europeo”, concluye.

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